Virus y sociedad : hacer de la tragedia social, una oportunidad de cambios
10 VIRUS Y SOCIEDAD: HACER DE LA TRAGEDIA SOCIAL, UNA OPORTUNIDAD DE CAMBIOS el que está de turno en la atención de urgen- cia. ¿Tendrá éste una claridad absoluta de las causas inmediatas, de las causas originarias y de los estados morbosos concomitantes de ese fallecimiento? Nos habíamos habituado a que la salud públi- ca tiene un campo de acción definido, en que intervienen algunas variables identificadas y relativamente conocidas. Este campo cuenta con límites claros, solo con alguna inestabilidad en aquellos ámbitos donde se intersecta salud con sociedad y economía. Pero fue necesario la pandemia para ver como ese campo es desbor- dado por lado y lado, y como en un tsunami lento nos vemos arrollados con situaciones, novedades y conceptos que no percibíamos como propios: informalidad en la situación laboral de la población, desplazamiento de la población por la ciudad, retiro de fondos de las AFP, necesidad de residencias sanitarias para hacer efectivas las cuarentenas, y así sucesi- vamente.Y esto nos obliga a reconceptualizar y redefinir todo el campo de acción. La siempre renovada salud pública entiende ahora que esta crisis epidémica es siempre el producto de la interrelación entre biología y sociedad. Y esta constatación puede significar diversas cosas que dependerán también del entramado actual entre desarrollos científicos y desarrollos ideológicos: a lo mejor de esta constatación solo deriva la necesidad tan solo de agregar otro elemento en la fórmula conoci- da por una ciencia constituida o constituyén- dose, o por el contrario de esa constatacion lo que deriva es la necesidad de subvertirlo todo. Por consiguiente, el virus es mucho más varia- ble de lo que su estructura genómica puede indicar: tendrá mutaciones en esa estructura, pero su variabilidad será mucho más grande dada las infinitas posibilidades de su interac- ción con la sociedad: una cosa es el virus en Copenhague y otra muy distinta es el virus en la comuna de San Ramón en nuestra ciudad capital. El coronavirus fue declarado como pande- mia el 11 de marzo del 2020 por la OMS; una semana después, el 18 de marzo, en Chile se declaró estado de excepción constitucional de catástrofe. Durante estos seis o siete meses todos hemos vivido bajo un estrés desconocido hasta ahora: la ciudadanía sometida al miedo de un contagio de consecuencias inciertas y a la certidumbre de una vida puesta entre paréntesis, con cuarentenas, toques de queda, cordones sanitarios y permisos varios a través de una Comisaría Virtual, y sin un plazo definido de término. Pero estas tensiones han ocurrido igualmen- te en el campo de la salud pública. Llevada al extremo de estar en boca de todos, con una población que se ha familiarizado todos los días con expresiones como incidencia y preva- lencia, tasas por habitantes y coeficientes de infección, los especialistas de la salud pública han recuperado una prestancia como hacía tiempo no ocurría. Pero ellos no piensan todos igual en estos temas y hay evidentes diferen- cias entre los que abogan el lockdown absoluto o por testear, trazar y aislar. Aún más, hay otros a los que le parece que el refuerzo de las camas críticas y otras capacidades intrahospitalarias no es una mala idea. Una prueba palpable de estas diferencias es este libro que estamos ofreciendo ahora. Tratando de emplear un simil bastante utiliza- do en el ámbito de la política nacional, podría decirse también que en la salud pública chile- na conviven diversas almas. Más de dos en todo caso. Algunos de nosotros, analizando la información disponible acerca de la pandemia
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