Teoría crítica del teatro latinoamericano: una introducción

70 sido ‘reservada’, en este caso, para ser la compañera del Varón de Rabinal. Por lo mismo, la Sirvienta le advierte al Varón de los Quec- hé que sólo baile con ella, sin ofenderla; es decir, que la mujer se mantenga virginal, con las siguientes palabras: “Aquí está, valiente, Varón, Hombre de los Cavek Queché. Yo te doy lo que tú deseas, lo que tú pides; pero no ofendas, no hieras a la Madre de las Plumas, la Madre de los Verdes Pajarillos. Manifiéstala bailando, únicamente, en los grandes muros, en la gran fortaleza.” (Raynaud, 1953, pág. 82). El Varón de los Queché muestra el mismo respeto recibido, al de- volver a la dama y pide que se le concedan las doce Águilas amaril- las y los doce Jaguares amarillos, guerreros y varones de la ciudad, a lo que también accede el jefe Cinco-Lluvia. Con estos nobles de Rabinal realiza una danza de guerra, para expresar su última pe- tición antes de su sacrificio: solicita al Jefe mayor de Rabinal, le otorgue doscientos sesenta días y doscientas sesenta noches para despedirse de sus montañas y sus valles. Al no encontrar respues- ta de su contraparte, pronuncia sus últimas palabras, en las que acepta su destino, su muerte. Es importante rescatar el monólogo que pronuncia el guerrero que está a punto de morir puesto que, al analizarlo luego, no solo encontraremos elementos simbólicos fun- damentales que permiten comprender la relación con la naturale- za; por otra parte, podemos acentuar el elemento épico: un guerrero que, viendo la muerte de frente, la encara con valentía, asumiendo su destino con honor y dignidad e, incluso, rindiéndole honores a ese sacrificio al que será sometido: No me había marchado, habíame ido, solamente, a decir adiós a la faz de mis montañas, a la faz de mis valles, en donde (an- taño) iba a buscar con qué proveer a mi alimento, a mis comi-

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