Teoría crítica del teatro latinoamericano: una introducción

132 quiera palabras para nombrarlo? El americano era un bárbaro, que podía, con mucha suerte, aspirar a ser una copia mal hecha del su- jeto metropolitano. “(…) solo la cultura europea es racional, puede contener ‘sujetos’. Las demás, no son racionales. No pueden ser o cobijar ‘sujetos’. En consecuencia, las otras culturas son diferentes en el sentido de ser desiguales, de hecho inferiores, por naturaleza. Solo pueden ser ‘objetos’ de conocimiento y/o de prácticas de dom- inación ” (Quijano, 1992, p. 16) . Y eso considerando solo los cuerpos asignados biopolíticamente como hombres. Ni hablar de la posibil- idad de existencia de una mujer que se expresara con voz propia. Y, sin embargo, sor Juana habla. Es responsable de una vasta produc- ción literaria que incluye obras de diversas índoles. Fue reconocida, en su tiempo (hecho no menor), como una de las más importantes poetas del territorio de Nueva España; apadrinada por virreyes y perseguida por los censores de la iglesia, Juana Inés de la Cruz, una monja criolla, supo hacerse escuchar a pesar (y a través) de los modelos hegemónicos de producción artística de su época. Y es que su obra no es solo una muestra de virtuosismo literario, sino que es también vehículo de un discurso ideológico potentísimo, que la ubica dentro de las primeras voces que se preguntan respecto a la posibilidad de existencia de algo así como una ‘identidad criolla’. Aun así, “su obra nos dice algo pero para entender ese algo debe- mos darnos cuenta de que es un decir rodeado de silencio: lo que no se puede decir (…) La comprensión de la obra de sor Juana incluye la de la prohibición a que se enfrenta esa obra.” (Paz, 1993, p. 17) . Como bien advierte Paz, para comprender la potencia del discurso identitario que se encuentra presente en su producción literaria, es necesario considerar cómo se relaciona esta con el contexto en que fue producida. La censura, implícita y explícita, impuesta por

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