Cuadernos de Beauchef: ciencia, tecnología y cultura : vol. IV Crisis medioambiental y pandemia

Cuadernos de Beauchef 168 como faros dispuestos en círculos en toda la aldea. La desconfianza desaparecía en medio de ellos y parecían no temer a nada; decidieron, pues, salir a buscar a sus amigos, mientras Luna volvía a creer en el poder del amor, que sustentaba tanto su magia como el valor de estos jóvenes. Sin embargo, al despuntar el Sol, el cerro ya había sido tomado por los guerreros de Buchú y los jóvenes no pudieron pasar. Hacía mucho tiempo que los guerreros de Buchú no salían en alguna misión. Normalmente eran buscados por tribus amigas para que los apoyaran en alguna batalla, pero eso hacía mucho tiempo que no ocurría. Esta misión era diferente, porque no había más enemigo que la propia ignorancia, la ignorancia de no saber dónde buscar. Tal adversario había sido desconocido hasta ahora por esa tribu de mujeres y hombres sabios. Sin embargo, en la medida en que buscaban y no encontraban a los muchachos, apareció también esa otra enemiga que hace tiempo los acechaba, la desconfianza. Fue así como algunos guerreros comenzaron a desconfiar de quien los comandaba y se internaron en la montaña por su propia cuenta. Empero, nadie siguió la ruta del corazón, el sendero de aquellos muchachos que —guiados por el Sol— buscaban el origen del mal de la aldea que yacía ahí abajo y a la cual querían devolver su resplandor. Sí, ellos se encaminaron a matar al monstruo del lago, aquél que se tragaba el amor, la confianza y el agua que otrora daba vida a la tribu. En efecto, la misión de estos jóvenes no se cumpliría hasta que aquel monstruo no muriera. Sin embargo, los días pasaban y nada se sabía de aquellos muchachos que la montaña se negaba a devolver. Mientras tanto, en la tribu reinaba la desolación. Hasta hace muy poco la preocupación de todos había sido el agua, pero ¿de qué sirve el agua, si no se puede beber con aquellos que se ama? De pronto, los hijos de aquellas familias eran los hijos de la tribu, y sus hermanos, los hermanos de todos. Ya nadie temía ser robado, pero nadie robaba; ya nadie temía no tener agua, pero nadie tenía sed; lo único que importaba era encontrar a aquellos muchachos.

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