Cuadernos de Beauchef: ciencia, tecnología y cultura : vol. IV Crisis medioambiental y pandemia

Cuadernos de Beauchef 166 colaban en las tiendas vecinas para extraer las vasijas con el preciado tesoro. Y lo que comenzó con el agua, siguió con la comida, los animales e incluso el robo de esposas. Ello, por cierto, acrecentó la desconfianza y sembró el miedo en el lugar. El consejo de hombres y mujeres sabios se reunía preocupado para desentrañar el porqué de esta situación y llegó a la conclusión que en el lago se había instalado un monstruo enorme, que no solo se tragaba toda el agua, sino también el amor y la confianza de las personas, eructando temor y desconfianza. ¿Pero por qué había sucedido todo esto? De pronto, los miembros del consejo se acordaron de que, hace algún tiempo, había habido entre ellos otro hombre sabio, pero que era un tanto extraño; hablaba demasiado para ser considerado realmente sabio, por lo que fue marginado y ya no participaba de las reuniones del consejo. Pensaron, entonces, que se trataba de una venganza de ese hombre y decidieron desterrarlo. Dicen que el hombre hasta el final alegó inocencia y que se fue muy triste a un lugar, muy, muy lejano. Como los problemas continuaban y el consejo no lograba descifrar el misterio, éste decidió llamar a una mujer con poderes mágicos, que vivía en las profundidades del bosque. Era una ermitaña, conocida como “Luna”, que de vez en cuando salía del bosque para ayudar a solucionar algún problema puntual de cualquiera de aquellas tribus que se asentaban en aquel territorio. Cuando la mujer llegó a Buchú lo primero que quiso hacer fue arrancar. Respiró arrogancia por una sabiduría que ya no era tal, desconfianza entre los más viejos y mucho temor entre los más jóvenes y personas más vulnerables. Sin embargo, ella había venido con una misión, por lo que decidió quedarse, no sin antes haber invocado al Sol para que la iluminara y derramara sobre ella su poder. Fue así como la ermitaña comenzó a deambular entre las gentes acompañada por el Sol, mientras éste posaba sus rayos sobre algunas personas que parecían ser distintas. Así, entre el Sol y Luna se escuchaban los latidos de algunos diáfanos corazones, la mayoría de las

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