Cuadernos de Beauchef: ciencia, tecnología y cultura : vol. IV Crisis medioambiental y pandemia
Cuadernos de Beauchef 160 acerca de la naturaleza de los lugares. Y es que, sin duda, a fin de juzgar con la experiencia lo aprendido de palabra, es absolutamente necesario ver en persona las ciudades, la que está orientada al mediodía y la que lo está al norte, la que mira a oriente o a poniente; y ver igualmente si está sita en una hondonada o en un alto, y si utiliza aguas traídas de fuera o aguas de manantial, o bien aguas pluviales, de los lagos o de los ríos; no pasar por alto si alguna se provee de aguas excesivamente frías o calientes, carbónicas o ricas en alumbre u otras de esta clase; observar si una ciudad linda con un gran río, con un lago, con una montaña o con el mar; y notar todo lo demás que Hipócrates nos enseñó. De manera que quien vaya a dedicarse a la medicina no debe contentarse con desdeñar la riqueza, sino que ha de ser enormemente trabajador. Y evidentemente no es posible que sea trabajador uno que se emborracha, se sacia de comida y persigue constantemente los placeres amorosos, en suma, uno que se hace esclavo de su sexo o de su estómago. El verdadero médico se reconocerá en verdad por ser amigo de la moderación al tiempo que compañero de la verdad. Asimismo, es preciso ciertamente practicar el método lógico con vistas a conocer cuántas son las enfermedades en su conjunto, tanto específicas como genéricas, y cómo adoptar el remedio indicado para cada una. Este mismo procedimiento explica también la propia naturaleza del cuerpo, la que deriva de los elementos primeros — aquellos que están enteramente mezclados entre sí—, la que lo hace de los segundos elementos —que son perceptibles y son llamados también homogéneos—, y la tercera, la que está por encima de aquéllos y está constituida por las partes orgánicas. Y sin duda por el método lógico se aprende qué utilidad y eficacia tiene para cada ser vivo cada una de las cosas que se han dicho, y la pertinencia de darle a ello crédito no sin comprobación sino mediante demostración. Así pues, ¿qué es lo que falta todavía para que el médico que practica el arte en un modo digno de Hipócrates no sea filósofo? Pues si para desentrañar la naturaleza del cuerpo, las diferencias entre las enfermedades y los remedios indicados le conviene haberse ejercitado
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