Cuadernos de Beauchef: ciencia, tecnología y cultura : vol. IV Crisis medioambiental y pandemia
Que el mejor médico es también filósofo 159 cuando el mundo es igual ahora que antes y no se ha producido una alteración en el orden de las estaciones ni una modificación de la órbita solar, ni ha tenido lugar ningún cambio en algún otro astro fijo o móvil. Al contrario, parece razonable pensar que es por el pésimo régimen alimenticio con el que los hombres de ahora se alimentan y porque la riqueza goza de mayor prestigio que la virtud por lo que no nace un Fidias entre los escultores, un Apeles entre los pintores o un Hipócrates entre los médicos. Y eso que nosotros contamos con la no pequeña ventaja de que, al haber nacido después que los antiguos, podríamos asimilar más fácilmente las artes que aquéllos llevaron a su máximo esplendor. Así pues, sería de lo más sencillo aprender en el menor número posible de años lo que Hipócrates tardó tanto tiempo en descubrir, para así aprovechar el resto de la vida en investigar lo que queda. Pero mientras se conciba la riqueza como algo más valioso que la virtud y se aprenda el arte no por el bien de los hombres sino por lucro, no será posible alcanzar la meta de dicho arte —en efecto, esos otros se apresurarán a enriquecerse antes de que nosotros hayamos conseguido esa meta—. Porque ciertamente no es posible enriquecerse y al mismo tiempo practicar un arte tan importante, sino que aquel que se aplica con mayor ímpetu a una de las dos cosas necesariamente ha de despreciar la otra. ¿Pues acaso se puede decir que alguno de los hombres de ahora aspira a adquirir riqueza solo para hacer frente con ella a las necesidades vitales de su cuerpo? ¿Hay alguien que se atreva no solo a expresar con palabras sino a demostrar con hechos que el límite de la riqueza conforme a la naturaleza se constriñe a no estar hambriento o sediento o a no pasar frío? Si efectivamente hay alguien así, desdeñará a Artajerjes y a Pérdicas: no acudirá nunca en presencia del primero y al segundo lo curará porque padece una enfermedad que precisa el arte de Hipócrates, pero no consentirá estar constantemente a su lado, y en cambio se dedicará a sanar a los indigentes de Cranón, de Tasos y de otras pequeñas localidades. Dejará a sus conciudadanos de Cos en manos de Pólibo y de los otros discípulos y él en cambio no cesará de recorrer toda la Hélade dedicado a la enseñanza, porque también es preciso que escriba algo
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