Re-vision del cine chileno
tea que las relaciones de su hijo terminen en matrimonio por los factores hereditarios. Entre la servidumbre, los patrones y el mundo parece como si se hubiese establecido un "orden de cosas" que no debe ser perturbado. Por ejemplo, la servidumbre está compuesta por la tradicional empleada de confíanza, que ha tomado a su cargo la comodidad absoluta del hijo del patrón, restando con ello dedicación a sus propios hijos. Teresa y Juan, aunque resentidos, no logran cuestionar las re!aciones de la familia. Teresa, convertida cuando adulta en mucama de la casa , es solamente una mujer curiosa. Juan, de n·ño feliz que recibe la ropa y libros que ya no usa Eduardito, pasa a hacerse cargo de la difícil labor de cuidar el elemento que perturbaría la tranquilidad de la familia (el enfermo señor Medina) aunque dicha empresa implique el sacrificio de sus intereses y de su juventud. La familia Medina dispone de una riqueza en bienes materiales que Je permite llevar el tren de "aristocracia acomodada". En esa vida --que se desenvuelve tranquila– mente- no hay noticias de guerra, de problemas sociales, de cambios políticos ni de movimientos culturales. En ese mundo no sucede nada. Los actores hablan cas– tellano, pero ni los personajes ni las sltuaclones informan del lugar donde sucede la historia. Sólo escasas e Intras– cendentes referencias de personas y lugares permiten identificar la película como realfzada en Chile: llaman al doctor Méndez por teléfono a Santiago. se canta una can. ción de Nlcanor Molinare e Isabel recita " Veinte poemas de amor y una canción desesperada" , de Pablo Neruda. Pero todas estas acciones se desarrollan sin huella en ca– sas escenográficas o en un café estilo bohemio francés, que hablan de las necesidades de comercialización de la película en todos los países de habla hispana antes que de cine chileno. Los problemas enfrentados por el argumento son me– lodramáticos y se resuelven en Igual forma, es decir. aque– lla que redime a todos los personajes. Para el argumentis– ta el problema de Eduardo, enterado de su condiclón de hijo de un enfermo, no se le plantea en relación a la se- 104
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