Re-vision del cine chileno

Por ello se explica el · tratamiento argumental tan sim– ple y estático de las relaciones en casa de los Medina: por una parte están los señores y por otra los si rvientes: unos víven arriba. otros en el subterráneo. El estatismo podría romperse (pero no se desea) simplemente por el des,cubrlmlento del joven Medina de su enfermedad incu– rable y de su origen humilde (es el hijo de la empleada) . Esa situación no llega a aflorar hasta muy al final y tam– poco se hace pública. El verdadero Eduardo Medina (con– siderado por todos hijo de la sltvlenta) renuncia a sus derechos, porque es epiléptico y no desea causar dolor a su verdadera madre, la señora Medina. Así se restablece el equilibrio social amenazado, manteniendo cada perso– naje su categoría social del comienzo de la historia. Borcosque usa los recursos cínematográticos para crear un lenguaje coherente y ése es el principal valor de la película . SI bien no existe una absoluta unidad estilística se advierte una pulcritud en el uso de la cámara, de la iluminac:ón y del montaje. La preocupación de Borcosque por la calidad técn ica constituye su mayor fuerza expre– siva, a pesar de la convención de la historia y por consi– guiente del lenguaje cinematográfico. Pero si la cámara es prolija en sus posiciones y rigu– rosa en sus encuadres, no ocurre lo mismo en la organi– zación de los personajes ni en la ubicación de los elemen– tos dentro del ·espacio cinematográfico. No se trata. por cierto, de una cámara descuidada, sino de algo más com. piejo: ella se maneja inconexa con los personajes o con la acción. Los camb1os de plano no dicen relación con la tensión dramática ni con nuevas opciones para el punto de vista de la cámara. La fotografía es muy elaborada, especialmente en los primeros planos. Más que responder a un planteamlento necesario al filme o surgido de él es una técnica mane– jada con el deseo de aplicar un virtuosismo aprendido por Borcosque en Hollywood. Este profesionalismo. .aún en su categoría de ejercicio técnico, revela rigor y logra des– tacar a "La Amarga Verdad" de todas las pellculas chile– nas de ese período histórico. 342

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