Re-vision del cine chileno

do, que viene subiendo la escalera, escucha ruido en la pieza de su madre; las manos de Teresa extraen unas car– tas de un cajón; Eduardo abre la puerta; Teresa corre y Eduardo la arroja al suelo gritando: "¡Ladrona!'' Se puede advertir la función del montaje para sintetizar y a la vez presentar la situación en forma clara. El tiempo queda re– ducido a lo necesario para entender lo que sucede. Esto no se verifica en el tratamiento posterior. El primer plano insertado en estas ocasiones tiene un sentido específico y orgánico con Jo que acontece : se tra. ta de crear una atmósfera de misterio: en ambas situa– ciones el plano cerrado no nos permite distinguir con cla– ridad a la persona que se mueve huidizamente por cuadro: también los objetos quA toman esas personas o r¡ue apa– recen en cuadro adquieren significado: el vaso de cognac, las cartas. la puerta bajo la cual se filtra la luz. El plano cerrado da cuenta de la relación misteriosa de los hechos que ocurren en dichas situaciones. No se repite esto; con posterioridad el primer plano cumple sólo la func :ón de destacar fotográficamente a los protagonistas. En el resto del filme no se vuelve a hacer uso del mon– taje, debido a que Borcosque (pasada la primera secuen– cia) centra su interés en la imagen de Eduardo (Carlos Cores). Desde el momento en que el joven protagonista es presentado como interno de la clinlca del Dr. Méndez permanece en cuadro casi cronológicamente en todas las escenas. las únicas situaciones en que Eduardo no apa. rece son aquellas en off. insinuadas por el texto, que no son tratadas. EL TEXTO Como el argumento no es conducido por la acción ni por la imagen, el diálogo asume esta responsabilidad en desmedro del lenguaje cinematográfico. Por los diálogos se filtran las principales pistas tendientes a confundir al espectador con las claves del en'gma y las explicaciones 1-17

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