La memoria de la educación : historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile
LA MEMORIA DE LA EDUCACIÓN Historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile 61 Cambiar la formación de profesores en cuanto a la manera de cómo se debe enseñar para que todos los niños aprendan bien. Al finalizar su formación universitaria de pregrado, Mario Leyton volvió a su Rengo natal. Asumió una simbólica tarea: reemplazar al que había sido su profesor de historia, don Rafael Ossandón y Gonz lez. Le correspondía “tomar la posta”: continuar con la concepción del docente como una autoridad erudita y realizar conferencias impecables a sus estudiantes. Así lo esperaba el colegio y así él también lo había vivido en su etapa escolar. Y así lo hizo, salvo que no le pareció tan satisfactoria la experiencia. Yo había vuelto a hacer clases a Rengo y curiosamente cuando más me convencí de que había que cambiar fue cuando llegué a hacer clases al liceo a reemplazar a mi propio profesor, a mi ídolo. Llegué a la sala de clases y desde que entré estaba repitiendo el mismo método de él: lucirme, mostrar que yo sabía mucho de historia, darles conferencias en cada clase a los alumnos y ellos ahí sentados, escu- chando. Me di cuenta que las clases de didáctica que tuve en el Pedagógico habían sido muy débiles. Pero también se dice que es común que los profesores reproduzcan la forma en que ellos estudiaron. Así es, uno repite, entonces había que buscar cómo cambiar eso. ¿Y por eso decidió usted irse a estudiar fuera de Chile? En cierta manera sí, no lo tenía muy claro, pero yo sabía que había que cambiar la metodología de trabajo.Yo llegaba muy cansado en la tarde después de haber estado hablando todo el día en el liceo. Hice el último año del Pedagógico al mismo tiempo que hacía clases en el liceo de Rengo. Después volví a Rengo y estuve dos años. En el año 1957 se presentó la oportunidad de irme a Estados Unidos. La experiencia de hacer clases en el mismo liceo en el cual había sido estudiante motivó a Leyton a avanzar hacia un desarrollo académico superior. Para lograr ese objetivo tuvo que recorrer, literalmente, un muy largo camino. Decidido respecto de su futuro, y sin grandes recursos a su haber, a Mario se le presentaron improbables y poco convencionales oportunidades para avanzar en sus propósitos, las que abrazó con fuerza. Las primeras se gestaron en el período en que estudió pedagogía, donde, producto de los roles que cumplía en diferentes organizaciones estudiantiles, tuvo oportunidad de conocer a estudiantes de intercambio provenientes de Estados Unidos. Con varios de ellos pudo entablar relaciones de amistad y colaboración. Una segunda oportunidad surgió de manera imprevista y tuvo efectos a os después. Mario Leyton relata: Cuando llegué a Santiago viví en la calle San Ignacio frente a la Escuela Militar, en una casa que mi hermano Esteban consiguió para que yo me quedara ahí cuando di el Bachillerato. Era una casa de una señora que tenía un negocio pequeño. No había dónde estudiar en la casa, por lo que me iba al parque Cousiño que estaba muy cerca. Ahí conocí a la señora Rebeca Díaz. Conversaba siempre con ella y un día, durante la conversación, llegó un caballero y ¿sabe quién era?, Hernán Díaz Arrieta. El mejor crítico literario que ha habido en Chile en toda la historia. ¿Alone? Alone. La hermana de Alone era la señora Rebeca. Yo estaba muy perdido, no sabía si iba a tener dónde vivir, si podría ir a la universidad.... Cuando llegó este caballero, me dijo: ‘¿qué va a hacer?’. Voy a entrar al pedagógico, le contesté. ¿Y dónde va a vivir?, me preguntó. ‘No sé’, le contesté. Entonces me dijo: ‘yo conozco a un sacerdote que vivía en un seminario, que es un gran orador de la Iglesia chilena. Vamos a ir a hablar con él’. Le dijo a Rebeca ‘anda a hablar con él’.Y fuimos.Y, efectivamente, el día siguiente me fui para allá.
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