La memoria de la educación : historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile

LA MEMORIA DE LA EDUCACIÓN Historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile 242 Al salir al patio en el que hay sólo algunos rboles, mira los que est n fuera de su establecimiento, y se acerca –al parecer- para mirar mejor, como buscando algo; finalmente su sonrisa expresa que encontró lo que esperaba: un hermoso tuc n con su negro plumaje brillante, que “salta” entre las ramas de dos o tres rboles. Al pregun- tarle por el nombre del ave, lo reconoce inmediatamente y cuenta agitadamente que cerca de su casa también hay algunos. Al pasarle una hoja para que lo dibuje y se lo lleve a su casa, se queda con la caja de l pices en la mano, saca uno, y hace un leve trazo. Dice: “no sé”; “házmelo tú”; insistimos d ndole confianza, pero no avanza mucho; se nota su decepción. Igual valoramos lo que realizó. Es hora de entrar.Viene la “clase” de matem ticas; memorísticamente se cuenta de uno a diez, secuencia que se repite varias veces. No hay relación con ning n objeto concreto de la sala o del patio en el que hay algunos frutos caídos de los rboles que podrían servir para hacer conjuntos y contarlos; tampoco se hacen juegos de cantidades a partir de ellos mismos. Finalmente viene la “ense anza de colores”: se se alan unas figuras pegadas en la pared con un cierto ritmo para repetir: “rojo como la manzana” (que no hay en esos lugares), “amarillo como el banano, y azul, como la uva” (que tampoco hay). María mira insistentemente la puerta de la sala. Aparece al parecer su madre, con su ropa tradicional: toda la gama de morados, lilas, fucsias, verdes se observan en su vestuario, como los zapatitos de María y en su traje, que se observan al sacarse el delantal que llevaba. Al retirarse, casi no conversa con su madre, parece que hay poco que contar. Comparemos la situación con otro ni o en el otro extremo de América, que conocimos en el Valle Simpson, en la Patagonia chilena. Después de visitar un programa no-formal, lo encontramos con su madre en el camino “haciendo dedo”; en la conversación que tuvimos con Cristián , que tenía dos a os y medio, conocimos la gama m s amplia de tipos de caballos que pueden al parecer existir desde los “pintados” hasta los “gatunos”, léxico que nos sorprendió en ese momento, y que se debía- seg n lo que nos fue explicado- porque el abuelito se los nombraba desde que lo puso al anca de ellos desde los 8 o 9 meses. Me agregan que cabalga sólo, que se equilibra muy bien y que no les tiene miedo. Similar es la experiencia de Pedro , quien es hijo de una familia de pescadores.Tiene cuatro a os, y podría decir- se que casi nació en el mar. Ha acompa ado a su padre a pescar desde muy chiquito, no se marea, se equilibra muy bien en el bote, conoce a todos los peces que extraen distinguiéndolos no sólo por su nombre, sino tam- bién tama o, color y costumbres que cuenta con mucho detalle; definitivamente es un “peque o biólogo mari- no”. En la tarde, mientras su familia prepara la carnada para el día siguiente, juega con otros ni os o construye o dibuja en la arena y cuando quiere compartir con los adultos, se instala con ellos entre espineles y anzuelos y “los ayuda” siendo muy h bil para no cortarse con estos elementos. Revisemos la vida de Juan o Rosita en cualquier medio urbano de nuestras grandes ciudades, las que cons- tituyen el ambiente de cotidianeidad de muchos p rvulos latinoamericanos. Cada una de estas urbes tiene un casco antiguo, lleno de historia y de espacios p blicos, que se supone que son el patrimonio cultural y -en parte natural- de sus habitantes. Museos, salas de exposiciones y una amplia gama de centros culturales est n presentes, junto con sus exponentes, a los que se suman personajes típicos y peque os vendedores en locales tradicionales. Entre ellos, kioskos de diarios y revistas, que en sus portadas traen noticias con fotos de todo tipo, entre otras, con hechos interesantes que suceden en estos días en su país y en el mundo. Los ni os y ni as est n en centros infantiles en barrios plenos de pasado, presente y futuro, donde construccio- nes de todo tipo que tienen mucho que contar por sus formas, materiales, colores y texturas. Sus calles, tienen nombres interesantes y muchas veces entretenidos y pasan medios de transporte de todo tipo (desde carretas a trenes) que circulan por o bajo ellas. En algunas esquinas, los sem foros funcionan por la energía que le dan, peque os paneles solares, e incluso a veces emiten hasta sonidos para avisar el cambio de luz. Por todas partes hay personas de todos los tipos, que hacen diversas actividades o act an diferente. Resumiendo, hay mucho que observar. Miremos los centros donde asisten por lo general, muchos ni os y ni as: las dependencias son generalmente peque as, en gran medida adaptaciones de antiguas casas, por lo no hay mucho espacio para moverse; los patios cementados en gran parte, no tienen zonas con plantas de alg n tipo que ofrezcan a los ni os flores y frutos

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