La memoria de la educación : historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile

LA MEMORIA DE LA EDUCACIÓN Historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile 207 Educación, docentes, controversialidad Cabe hacer notar que, por lo general, la educación ha evitado tensionar el conocimiento, ha soslayado las con- tradicciones, sin tomar conciencia de que la diversidad de puntos de vista es un requisito para la producción de nuevo conocimiento y que, a su vez, lo enriquece. En efecto, en la postura de eludir la controversia se ha alinea- do tanto el currículum, como la pedagogía, la evaluación y la cultura escolar. El currículum se ha estructurado, tal como ya se ha se alado, en torno a un conjunto de conocimientos axiom ticos e irrebatibles. La pedagogía se ha centrado en la ense anza y no en el aprendizaje, optando por la transmisión expositiva del saber, donde el cuestionamiento y la crítica son considerados como elementos perturbadores, disonantes y anómicos. La evaluación del aprendizaje se ha focalizado, consecuentemente, en poder constatar si el estudiante es capaz de reproducir lo m s fielmente posible el conocimiento transmitido. Este enfoque no-cuestionador est también presente en la cultura escolar, donde han primado las relaciones jer rquicas y autoritarias y donde se ha eludido o apenas expuesto, la multiplicidad de temas controversiales que confrontan la vida escolar y su contexto, pero casi nunca incluidos en las pr cticas pedagógicas. La pregunta que hay que formularse es ¿por qué la educación ha evitado la controversialidad? Se podría pen- sar que, referido a los ni os y ni as de los primeros a os de escolaridad, a n persisten resabios de la imagen de la infancia inocente con innata bondad a la que se asocia la idea de que la educación est llamada a crear “ambientes de felicidad” para los estudiantes. Presentarles situaciones controversiales significa, para algunos, problematizarlos y angustiarlos. Un argumento que se ha esgrimido es que incluir temas controversiales para que sean dialogados entre los jóvenes significa “politizar la educación”, lo que implicaría, seg n los que sostienen esta postura, el incremento de las divergencias y desuniones de los estudiantes y que incluso contribuirían a la violencia.También hay quienes argumentan que la educación debe entregar con claridad y sin ambigüedades un mapa valórico incuestionable e indisputable y la controversia impediría esta claridad valórica. Desde el punto de vista de los profesores, algunos reconocen la contribución de la ense anza de los “temas controversiales” para los estudiantes (Bartony Mc Cully, 2007). Se se ala que abordar los temas controversiales permite a los profesores desarrollar habilidades para dialogar, negociar y gestionar las diferencias tanto en su vida cotidiana como en los espacios donde se discuten y toman decisiones sobre las políticas p blicas, como así tam- bién se posibilita el aprendizaje de la construcción de consensos y se prepara a los estudiantes para participar de una sociedad m s diversa y al mismo tiempo m s globalizada (Asimeng-Boahene, 2007). No obstante, hay docentes que resisten y evitan los temas controversiales argumentando, por ejemplo, que abordarlos obstaculiza la ense anza de los temas que la escuela debe cubrir (Van Rooy, 2000). Hay quienes sustentan que los temas controversiales no deben ser incorporados al currículum, porque generan confusión entre objetivos educacionales y socio-políticos (Wilson, 1986, citado en Finn, 1990). Seg n estos profesores, introducir lo político implica incorporar los conflictos a la escuela, la que “debería” mantenerse al margen (Finn, 1990).También se ha esgrimido que los estudiantes no est n cognitivamente capacitados para abordar los temas controversiales. Sin embargo, la negativa de ense ar los temas controversiales en la escuela no impide que los estudiantes los conozcan y estén interesados en aprender sobre ellos, ni que construyan explicaciones sobre los mismos, puesto que los confrontan y aprenden en muchos otros espacios externos a la escuela. Adem s, no se suele reconocer que los ni os, por peque os que sean, pueden construir explicaciones sobre los temas polémicos y vivenciar temores asociados a ellos (Fin, 1990). Muchos profesores cuya ideología u opción política difiere de los postulados oficiales, se sienten inhibidos de expresar sus opiniones. Piensan que al hacerlo pueden ser acusados de antipatriotas o de enemigos de la socie- dad, como sucedió durante la era de McCarthy (Bollinger, 2005) y durante las dictaduras militares en América Latina (Toledo, Veneros y Magendzo, 2006). Entre los profesores existe temor al conflicto con las autoridades,

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