La memoria de la educación : historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile

LA MEMORIA DE LA EDUCACIÓN Historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile 190 lista prescriptiva y uniformante. Con todo, por acción o reacción, la cultura nacional, el sistema educativo en su conjunto, y el desarrollo político del país, se beneficiaron del aporte creativo y generoso de antiguos normalistas. e. Escuelas normales y fortalecimiento del género femenino Como se ha dicho, la segunda institución de formación docente fue la normal de preceptoras de Santiago. Muy tempranamente, el Estado decidió la creación de un centro de formación profesional para preceptoras, seguido de varios otros a lo largo del siglo XIX.Todo ello al calor del fomento de la educación primaria de ni as. Es sim- bólico también que la primera normal femenina de hecho funcionara como sección de un complejo educacional m s amplio, que incluía un internado para se oritas de la aristocracia y una escuela primaria para ni as pobres. La escuela normal de la Congregación expresaba precozmente la condición mesocr tica del normalismo y de la profesión magisterial. La capacidad de las normales femeninas del siglo XIX para titular preceptoras fue baja. La mayoría de las maes- tras en servicio entonces eran en realidad “ayudantes”, maestras improvisadas, interinas y comparativamente m s mal pagadas. No obstante en el siglo XX ya las mujeres fueron creciente mayoría en la ense anza.También se incrementó el n mero de normales femeninas y la proporción de tituladas, abriéndose para ellas la oportu- nidad de dirigir escuelas de ni as y escuelas mixtas, y m s tarde, de hombres. El hecho recién anotado debe valorizarse también desde el ngulo de la historia del género. En el ejercicio de la ense anza y en la formación normalista de preceptoras se dieron las primeras oportunidades masivas para que las mujeres participaran tempranamente en un triple proceso: i) de mujeres que salían de la estrechez del hogar para incorporarse al trabajo calificado y a la vida p blica; 2) de mujeres populares que ascendían a la clase media; y 3) de desempe o de mujeres como líderes. Las historiadoras feministas han concentrado su interés sólo en las primeras mujeres que ingresaron a las carreras universitarias, o en las que dirigieron liceos de ni as; han omitido el aporte de las normalistas directoras de escuelas primarias, significativo en niveles locales y provinciales, y el de las directoras y profesoras de las escuelas normales, en un período en que las mujeres no dirigían instituciones complejas. Pero la formación en las normales femeninas no hizo una diferenciación fuerte respecto a las masculinas, salvo la incorporación de materias y actividades que se dirigían a la peculiaridad de la ense anza de ni as, con un sentido de reproducción del papel subordinado en torno a lo doméstico y maternal. En esto, no se fue m s lejos dada la cultura patriarcal dominante en los siglos XIX y XX. Reflexión final sobre crecimiento, apogeo y declinación Poco se ha estudiado el ciclo largo del conjunto de las escuelas normales. Persiste en la memoria colectiva una imagen que m s bien corresponde a la de los a os 30 a 50 del siglo recién pasado. Poco se sabe de las prime- ras escuelas, de la difícil construcción institucional de un sistema, de los actores de entonces y de los dilemas y opciones que se pusieron en juego para instalar los dispositivos de formación que llegaron a consolidarse en la primera mitad del siglo XX. Al otro lado, pr cticamente no se conocen los lentos y poco visibles procesos de erosión del modelo cl sico de escuela normal, ni las tensiones a que se vio sometido en las décadas de la gran expansión de la educación primaria. Las escuelas normales fueron uno de los ejemplos de lo rescatable y trascendente de nuestras políticas educa- cionales, tanto en los tiempos fundacionales como durante el Estado docente del siglo XX. Las normales fueron también objeto de los errores, insuficiencias o cegueras de las políticas p blicas, y de su perversión en políticas estrechamente partidistas y corporativas. Adem s de las advertencias críticas ya referidas, un balance crítico del período 1842-1942 fue hecho por Mu oz (1942, pp. 152-18), y las políticas que llevaron a su paulatino abando- no fueron sumariamente descritas por Cox y Gysling (1990, pp. 83-90).

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