La memoria de la educación : historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile

LA MEMORIA DE LA EDUCACIÓN Historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile 189 fue comparativamente tardía –desde los a os 30, es decir, poco m s de 40 a os antes de la extinción de las nor- males. Cuando algunas de éstas se hicieron cargo de la ruralidad, la sociedad chilena ya comenzaba a urbanizarse. Tampoco se reconoció la diversidad étnica. Hubo en las normales, desde mediados del siglo XIX, n meros re- ducidos de alumnos mapuche y de otras etnias. Pero el currículum de estas escuelas no preparó para reconocer y valorizar las culturas autóctonas sino para imponer la cultura huinca. Los normalistas –y también los maestros primarios improvisados– actuaron como “chilenizadores”, que tenían como misión integrar subordinadamente a la cultura del Estado nacional, aunque algunos ya en su pr ctica hayan aprendido a respetar la cultura propia de sus alumnos y comunidades. (Gonz lez, 2002: 99-144). d.Aporte a la formación y empoderamiento de las clases medias: canal de ascenso social y de formación de líderes Cuando se crearon las primeras escuelas normales, no existían las clases medias. Cuando desaparecieron, este sector social era ya amplio y gravitante. Se dice que las clases medias surgieron principalmente del ascenso de capas determinadas de las clases pobres, principalmente mediante el desarrollo educacional. Las escuelas normales jugaron al respecto un doble rol: por una parte, fueron por sí mismas vehículos del desplazamiento de sectores populares hacia un nivel m s alto y diferenciado; por otra parte, fueron constructoras del vehículo mismo, al ser parte significativa del propio desarrollo educacional. En las décadas de 1840 y siguientes del siglo XIX, las normales, aunque peque as, fueron de los primeros y estrechos canales de ascenso de sectores populares. El Estado y los grupos influyentes de la época concebían la educación primaria como un artefacto de moralización o de los vastos grupos desposeídos. Para integrarlos dis- ciplinadamente al orden olig rquico había que “civilizar” a los agentes de civilización. No bastaban el clero, ni los militares profesionales. Era necesario crear una estructura de “preceptores”, desplegados por todo el territorio. Pero en la sociedad de entonces no había una capa disponible para tal rol. Hubo que recurrir a hijos de familias empobrecidas, principalmente de las provincias y el campo, que no tenían otras oportunidades de proyectar a sus hijos. La escuela normal fue el puente o la escalera m s accesible.Ya se ha hecho referencia al internado, la gratuidad de los estudios y, agreguemos, la seguridad del empleo posterior, no importa cu n mal pagado, ni cu n difícil su ejercicio. En las décadas finales del siglo XIX, las escuelas normales ya podían ofrecer un canal de formación que podía no sólo garantizar un empleo estable, sino también estudios que permitían acceder a la universidad. A pesar de diversas políticas para arraigar a los normalistas en las aulas primarias, hubo frecuente desplazamiento de alum- nos desde la misma normal o desde el ejercicio magisterial hacia el ejercicio de la docencia secundaria o hacia otras formaciones profesionales de mayor prestigio y recompensa. En el siglo XX hubo una contribución directa de las escuelas normales a la formación del magisterio. Éste fue un sector profesional y funcionario en paulatino incremento, que llegó a ser uno de los m s numerosos del servicio p blico que, a su turno, se expandió por efecto del tr nsito del Estado liberal al Estado interventor. El profesorado se convirtió en base social de dicho Estado y adquirió una influencia social y política incomparable con la del preceptorado del siglo XIX (N ez, 1986, pp. 79-80 y 133-135). Adem s del aporte a la din mica de clases sociales, hay que valorizar históricamente el hecho de que una suma importante de ex normalistas han jugado roles destacados en la vida cultural y política del país: numerosos inte- lectuales, escritores y artistas tuvieron su formación postprimaria en una escuela normal; otra proporción com- pletó su formación en los institutos pedagógicos y sirvió en la ense anza media o universitaria y otra cantidad ha desempe ado representación edilicia y parlamentaria, así como liderazgos políticos y sociales de primera línea. No puede afirmarse que, por su currículum y sus pr cticas pedagógicas, las escuelas normales hayan sido nece- saria y autom ticamente semilleros de creatividad y de democracia o de reivindicación social. Es probable que muchas de las personalidades se aladas hayan sobresalido justamente como rechazo a una formación norma-

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=