La memoria de la educación : historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile
LA MEMORIA DE LA EDUCACIÓN Historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile 188 marco, la decisión fundacional de que las escuelas normales adoptaran el régimen de internado, y de que se proporcionara a sus alumnos ense anza gratuita, alimentación, vestuario y otros recursos, hizo de las escuelas normales instituciones comparativamente caras para un Estado olig rquico y que tardíamente intentó definirse como Estado social o benefactor. Por lo mismo, no desarrollaron una capacidad institucional adecuada al reto de la paulatina generalización del alfabetismo y la escolaridad primaria. Hubo asimismo un tramado social e institucional que limitó la productividad del sistema de formación. Desde el siglo XIX se podía observar, por una parte, un problema de cupos y de reclutamiento de alumnos –desde la base sociocultural de la infancia popular– y también uno de selectividad y de deserción: por exigencia de los c nones de la época, era frecuente la desvinculación de alumnos de los primeros a os de las normales, por razones académicas, de salud y de disciplina. Por otra parte, no todos los siempre insuficientes egresados de las normales servían los a os exigibles en las escuelas primarias p blicas: parte importante de los titulados, sobre todo en el siglo XX, se desplazaban a otras actividades o continuaban estudios superiores en vez del ejercicio de la ense anza primaria o en paralelo con él (Salas, 1917, pp. 146-167). La gran mayoría de graduados desertores, si bien aportaban al país desde las aulas de educación media o superior o desde otras profesiones, se restaban a la necesaria provisión de docentes en la ense anza primaria popular. Así, por escasez de escuelas normales y de cupos de ingreso, por selectividad y deserción en su curso, estas instituciones no llenaban los requerimientos en n mero de egresados, ni todos estos cumplían el compromiso de desempe arse en las aulas primarias. En verdad, buena parte del esfuerzo de alfabetización y ense anza primaria fue cumplido –bien o mal– por los llamados “interinos”, o “propietarios”, personal sin la formación inicial normalista. Es probable que, justamente en los lugares m s apartados y difíciles, hayan sido estos maestros y maestras improvisadas los que llevaran las luces. Lucila Godoy Alcayaga es el símbolo de los mejores de ellos. Al respecto –y no sólo con los normalistas– hay un reconocimiento histórico que no debe escatimarse. c. Servicio a la construcción de nación y de ciudadanía y atención a la diversidad Puede sostenerse que las escuelas normales fueron pilares del proceso de construcción sociocultural de la na- ción. Sus fundadores concebían a estas instituciones como herramientas del proceso civilizatorio y de edificación de nación. Los egresados de ellas eran definidos como una suerte de misioneros laicos que transmitían a sus alumnos y a sus comunidades los valores patrióticos y de ciudadanía. Se responsabilizaban de inculcar la base cultural mínima y com n que debía cohesionar el país. Esta tarea se cumplió regularmente, de acuerdo con las normas que fueron evolucionando en 130 a os de historia. Curiosamente, la institución “escuela normal” fue creación europea que Chile imitó muy anticipadamente en el hemisferio occidental. Varios de los directores y directoras y parte del profesorado de las normales históricas fueron extranjeros o normalistas chilenos que hicieron estudios de especialización en el exterior. En cierta me- dida, las normales fueron también canal de internacionalización. Sumando y restando, la edificación de nación a que apuntaron las normales se tradujo en homogeneización, lin- dante en la uniformidad. No alcanzaron las normales, en general, a apropiarse del contempor neo concepto de respeto y atención a la diversidad. Sólo reconocieron tempranamente la distinción de género, como se referir m s adelante. Las diversidades regionales no siempre fueron servidas por las escuelas normales desplegadas a lo largo de nuestra geografía. La mayor parte de ellas fueron copia en menor de las normales santiaguinas, como parte de un sistema unitario de formación. Esto fue advertido por distinguidos pedagogos, que hicieron pro- puestas de cambio estructural: Salas (1917, pp. 152-153) y Labarca (1944: 163-164). La distinción urbano-rural
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