La memoria de la educación : historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile

LA MEMORIA DE LA EDUCACIÓN Historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile 183 “La Escuela Normal no dará en muchos años el número de maestros normalistas que se necesitan para las escuelas. El número de los que hai (sic) no alcanza a la mitad de los no normalistas. Si toma- mos en cuenta los que fallecen, los que terminan su compromiso con el Estado, de enseñar siete años, los separados de su destino por mala conducta u otros motivos, los que abandonan su puesto por ocupaciones más ventajosas i los que terminados sus estudios en la Escuela evaden su compromiso para dedicarse a otras carreras profesionales, no podemos menos que convenir en que el número de preceptores que anualmente produce la Escuela es mui (sic) pequeño para dotar los establecimientos de la República de maestros competentes. La Escuela, por su organización actual, no podrá dar al Estado mayor número de maestros que los que periódicamente ha producido hasta ahora” (Memoria Ministerial de Instrucción Pública de 1870, p. 124). En la década de los a os 70 se dieron otros pasos hacia la constitución de un sistema. Esta vez, en el sentido de desconcentración territorial, mediante la fundación de nuevas escuelas normales de mujeres, en Chill n y en La Serena.Así, se demostraba el avance de la demanda por educación primaria de ni as y la consiguiente respuesta mediante la feminización de la profesión docente. Ega a, Salinas y N ez (2003: 97-125) han hecho ver que frente a la escasez de postulantes varones al preceptorado, se optó por recurrir al stock de jóvenes mujeres disponibles para desempe arse en la ense anza. No obstante, los planes de estudio de las normales femeninas tuvieron diferencias menores respecto al currículum de los varones. La uniformidad estaba en los genes del sistema normalista. Currículum, alumnos y profesores de las primeras normales El currículum de las escuelas normales fue bien analizado por Cox y Gysling (1990: 42 y ss.), a partir de una mirada sociocultural a sus planes de estudio, ya que no existían los que hoy se conocen como programas de ense anza. No obstante, entre el plan de 1842 y los planes fijados a partir de la ley de instrucción primaria de 1860 hubo numerosas modificaciones de detalle en los planes de las normales santiaguinas, así como en el cu- rrículum de las nuevas escuelas de provincia, debidas al accionar de los ministros de instrucción y a iniciativas de los directores de ambas escuelas. En general se trataba de planes inicialmente muy cercanos a las materias que se ense aban en las escuelas elementales, con ampliaciones de índole humanista, propias del liceo de la época, y, de vez en cuando, fugaces adiciones pr cticas como “vacunación”, “telegrafía”, “trabajos de aguja” y otros. Se ense aba “pedagogía teórica”, basada en manuales de catequesis europeos, y la pedagogía pr ctica se ensayaba en escuelas anexas a cada normal (N ez, 2009: 98-118). La moralidad tuvo en dicho currículum una presencia tanto o m s importante que la instrucción: sea como nor- ma escrita en el plan de estudios, sea como contenido de los discursos oficiales regulatorios de la cotidianeidad escolar, sea mediante el currículum oculto. Se han estudiado, para la escuela normal de preceptores de Santiago, las exigencias de moralidad de las familias de los alumnos, los est ndares de disciplina de éstos, el internado como dispositivo de moldeamiento, los castigos (frecuentemente físicos) y los premios como estímulos al apren- dizaje memorístico de materias ense adas en forma de inculcación (N ez, 2009: 32-48). Un indicio significativo lo da el siguiente p rrafo de un informe del Director Guillermo A. Moreno: “Sujeta la Escuela a un régimen de estricta vigilancia, las acciones del alumno no pueden pasar des- apercibidas para el empleado, que se encuentra siempre en aptitud de prevenir unas i de reprimir otras, aprovechándose de las circunstancias más insignificantes para obrar en el ánimo de su autor, a fin de que se abstenga de aquellas en virtud de convencérsele de los malos resultados que le habrían producido, i se precava de incurrir en la repetición de éstas en virtud del mal moral o físico que se le hace sufrir por haberlas cometido. Seguido con tezón (sic) este sistema, se han alcanzado los frutos que era de esperar. Fuera de un caso de insubordinación, nacida en gran parte del carácter violento del individuo, i cuatro de fuga, provenida exclusivamente de falta de vocación, la estadística criminal del Establecimiento no rejistra otros a que pudiera darse el nombre de delitos; fórmanla faltas livianas,

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