La memoria de la educación : historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile
LA MEMORIA DE LA EDUCACIÓN Historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile 182 La misión encomendada por el Presidente Manuel Montt al primer centro formador de maestros en Chile quedó retratada en los fundamentos del decreto que lo creó. La Escuela Normal de Preceptores debía formar maestros idóneos, con reconocida moralidad, provistos de métodos f ciles, claros y uniformes, que debían ex- tender la educación primaria a todas las clases sociales, procurando así ahorro de tiempo (Monsalve, 1998: 210). La escuela normal de la década de 1840 fue poco m s que una escuela primaria en que se ense aba a jóvenes de los sectores pobres, difícilmente reclutados entre quienes apenas sabían leer y escribir. Su currículum apenas sobrepasaba lo que debían instruir en las aulas de la “educación popular”. Si no fuera por la presencia de Domin- go Faustino Sarmiento como director y nico profesor, la primera normal pudo haber parecido una institución intrascendente. Entre 1842 y 1847, la escuela normal de preceptores, funcionando en régimen de internado, preparó a dos su- cesivas cohortes de una veintena de alumnos cada una, con altas proporciones de abandono, sea por expulsión, sea por deserción. Los primeros directores de la normal debieron enfrentarse al hecho que la tarea de moralizar o civilizar a sus alumnos no podía lograrse sin el régimen de internado, que se adoptó. M s tarde, un historiador y ex alumno de la escuela normal diría que: “El régimen de esternado (sic), ponía a dura prueba la dirección del establecimiento. Muchos de los alumnos se hospedaban en casas muy mal relacionadas, en donde la vigilancia particular era imposi- ble. La libertad de domicilio unida a la transición a la virilidad constituían un alimento a sus nacientes pasiones, trayendo como consecuencia frecuentes atrasos en la llegada a la escuela e inasistencias repetidas” (Muñoz Hermosilla, 1918. p. 117). Sólo desde 1848 la escuela normal empezó a funcionar “en régimen”, es decir, atendiendo simult neamente a varias cohortes de alumnos. Cada una de éstas se sometía a tres a os de formación, en un sistema de trabajo escolar intensivo y con un fuerte sello de disciplinamiento. La ense anza en la normal era gratuita y los alumnos recibían alimentación, alojamiento y vestuario. La escuela fue convirtiéndose en una de las escasas oportunidades de educación y de mantención de jóvenes pobres, con cargo al Estado. La contraprestación era un servicio obligado durante siete a os en las escuelas primarias p blicas. Aumentaba la demanda por ingresar a la escuela, pero era difícil encontrar jóvenes que cumplieran los est ndares de moralidad y saberes mínimos requeridos, en una sociedad muy poco letrada y semib rbara, seg n pensaba la elite de la época. Una tímida diversificación En 1854 se dio el primer paso en la instalación de un sistema de escuelas normales. Ese a o se funda una de mujeres, también en Santiago. Fue una normal creada por el Estado y con financiamiento fiscal, pero entregada a la gestión administrativa y pedagógica de una congregación de religiosas (ver De la Taille, 2004: 355-376 y De la Taille, 2007, pp. 295-367.). Había interés p blico por la educación de las ni as pobres, futuras madres que debían moralizar a los hijos de la plebe. Se requerían adem s preceptoras a las que había que capacitar, también sustrayéndolas del contexto sociocultural. Nada mejor que la solución conventual. El crecimiento de ambas escuelas fue muy irregular y escaso. En consecuencia, la formación de preceptores/as, en lo cuantitativo, marchó a la zaga del crecimiento del sistema de escuelas primarias. Por razones m s ideoló- gico-políticas que económicas, las elites querían difundir la instrucción p blica elemental, que experimentó un lento incremento: de cerca de 20 mil a alrededor de 100 mil alumnos entre 1843 y 1889 (Ponce de León, 2009, p. 7). Pero esa oferta de escolaridad primaria, o una m s amplia, era dificultada por la escasez de maestros y particularmente de graduados/as de las normales. En 1870, el director de la normal de varones de Santiago, en un informe oficial, hizo un pronóstico que desgra- ciadamente se demostró acertado hasta un largo plazo:
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