La memoria de la educación : historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile
LA MEMORIA DE LA EDUCACIÓN Historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile 172 Avanzando el proceso de edificación del sistema, la “primera profesionalización” de los docentes de primaria progresó seg n hitos como: 1. la dictación de la primera ley de instrucción primaria, en 1860; esta normativa, adem s de impulsar la temprana expansión de la cobertura escolar, fue gravitante en hacer del preceptorado un cuerpo funcionario estatal; 2. la multiplicación de las escuelas normales de ambos sexos y su reforma a partir de 1885, que las puso bajo la tutoría de misiones germ nicas y la influencia de la pedagogía de Herbart; esto significó consolidar el modelo normalista “cl sico”, con una trayectoria de cinco a os postprimarios de forma- ción cultural y pedagógica, en régimen de internado gratuito, con alumnos seleccionados entre los mejores de las escuelas primarias de la correspondiente región (Referencias evaluativas sobre este modelo han sido hechas por Salas, 1917: 152-154; Mu oz, 1942, 180-182; Mussa, 1943; N ez, 2005: 4-8; y Osandón, 2007: 85-90). Los profesores “de Estado” La responsabilidad educacional del Estado republicano y su voluntad de edificar un sistema nacional de educa- ción no se sustrajo a la naturaleza olig rquica de la capa que lo administró. Podría decirse que, en los hechos, hubo dos sistemas en construcción (Labarca, 1939: 212). El esfuerzo prioritario se puso en la educación de la elite. Fue la Universidad de Chile, desde su fundación en 1842, el motor de partida y la gestiona-dora del desarrollo de la educación secundaria , e incluso fue la “superintendencia” del temprano desarrollo de la rama primaria, hasta 1860 (Serrano, 1994: 78-81). A diferencia de la instrucción primaria, que reclutaba sus docentes entre los pobres con alguna ilustración, la ins- trucción secundaria los obtenía inicialmente de la propia elite. Los profesores de los liceos del siglo XIX fueron por lo general sacerdotes o laicos de nivel profesional, estos ltimos incorporados a la ense anza en razón de su saber disciplinario o académico (Cruz, 2002: 157-162). Este rasgo cultural era reforzado por la dependencia universitaria de los liceos p blicos. Aunque comparativamente muy ilustrados, los docentes de secundaria care- cían de la “idoneidad” profesional específica que se exigía a los maestros y maestras primarias. Como parte del mismo impulso de construcción institucional de fines del siglo XIX que había erigido el modelo normalista, se creó, en 1889, el Instituto Pedagógico destinado a formar docentes para la educación secundaria, en un mismo proceso de formación en lo pedagógico y en lo académico-disciplinario. Es notable la decisión del Estado chileno en orden a entender tempranamente que la docencia en el nivel secundario requería una forma- ción m s rica que la obtenida en la academia o en las profesiones y que el dominio pedagógico era indispensable (Universidad de Chile, Facultad de Filosofía y Educación, 1964: 32-36 y 74-76). El Instituto Pedagógico creció institucional y académicamente bajo dise os germ nicos. Es m s, sus primeros catedr ticos fueron alemanes (Universidad de Chile, Facultad de Filosofía y Educación, 1964: 141-146;Vial, 1982: 156-164). Durante las primeras décadas del siglo XX el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile cumplió su co- metido de proveer “profesores de Estado”, como se llamó a aquellos docentes, que tras cuatro o cinco a os de estudios académicos y pedagógicos, en una o dos disciplinas, se desempe aban en la todavía restringida pero creciente educación secundaria de la época. Parte de sus egresados se desempe ó en los establecimientos de educación técnica y en la ense anza normal, adem s de los que continuaron la carrera académica en la propia Universidad o hicieron una segunda y principal carrera profesional. El Instituto sería, también, un espacio de educación académica general (no profesional), al mismo tiempo que un espacio de cultivo de las disciplinas hu- manistas y de investigación científica que, en algunos mbitos, era el nico o m s importante del país y, en otros, secundario o mediocre comparado con el desarrollo disciplinario en otras reas. La voluntad estatal de constituir el sistema p blico de educación sobre la base de la “primera profesionalización docente”, basada en la “idoneidad” pedagógica, no cesó. En 1905 se fundó el Instituto de Educación Física y Técnica y, en 1947, el Instituto Pedagógico Técnico (Labarca, 1939: 242; Soto, 2000: 151-152). El primero, para formar profesores de educación física y de artes manuales para la educación media, quedó bajo la égida de la Universidad de Chile y su Facultad de Filosofía y Educación. El segundo, orientado a formar profesores para
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