La memoria de la educación : historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile
LA MEMORIA DE LA EDUCACIÓN Historias y obra de galardonados y galardonadas con el Premio Nacional de Educación de Chile 171 Maestros/as y profesores/as en la construcción del sistema nacional de educación. Su “primera profesionalización” El “preceptorado primario” La fase de edificación del sistema p blico de educación contó inicialmente con los maestros que heredó de la fase anterior. Eran “preceptores” sin una formación ad hoc y con un limitado capital cultural. Así lo indicaba el “diagnóstico de entrada” que hacía una autoridad educacional de la época, al informar sobre una jornada de ca- pacitación de maestros sin formación:“___ p ropúseme desde los principios conocer las aptitudes de los preceptores … cuya observación dio luego por resultado que de los 25 preceptores que componían el ejercicio, había cinco que leían un poco regular, i el resto lectura intolerable; cuatro tenían letra que se podía mirar, i todos desconocían la parte ortográfica; i por este orden, una gran carencia de todos los ramos que son obligados a enseñar en sus escuelas_ ” (Rojas, 1856: 161). Una parte de los preceptores era personal religioso. A pesar de los compromisos simbólicos contenidos en re- gulaciones como la de 1813, los maestros laicos eran pagados con fondos municipales o gubernamentales, cuan- do no financiados por los propios padres y lejos de las condiciones contractuales propias del funcionario p blico. Al iniciar la construcción de un sistema nacional de educación, el Estado tomó m s en serio el problema de los docentes para la instrucción primaria. En el Reglamento de 1813, ya referido, les pedía “pericia” y “aptitud”. En el acto de fundación de la primera “Escuela Normal deVarones”, en 1842, se acu ó el concepto de “idoneidad” que, hasta hoy, ha presidido formalmente la distinción entre el maestro/a improvisado/a y quienes han tenido y tienen una formación específica para la ense anza. Con dicho acto fundacional se abrió el proceso que puede denominarse de “primera profesionalización” de los educadores chilenos (el Decreto de fundación se encuentra en Ponce, 1890: 267; y en Monsalve, 1998: 210). En las décadas siguientes, entre los maestros y maestras primarios se distinguieron dos sectores: los legos o improvisados y los normalistas. Los primeros siguieron siendo mayoría, pero en lenta disminución. Al revés, se incrementaron poco a poco los graduados, en la medida en que se multiplicaban las escuelas normales. A diferencia del período anterior, los maestros sin formación experimentaron el impacto de su inserción en el sistema p blico en desarrollo. Fueron encuadrados por los Visitadores Provinciales de Instrucción Primaria que no sólo los supervigilaban, sino también los inducían a nuevas pr cticas provenientes del acervo pedagógico que éstos, a su turno, habían adquirido en la escuela normal. A lo anterior, se agregaba la circulación del “Monitor de las Escuelas Primarias”, revista profesional fundada por Sarmiento y difundida gratuitamente entre los docentes. Hubo también iniciativas espor dicas de lo que hoy se denominaría “capacitación en servicio”. Los primeros normalistas eran adolescentes o jóvenes con un mínimo de alfabetización, que se incorporaban a un programa instituido de formación con internado, de varios a os de duración, durante los cuales se les en- se aban de modo reforzado aquellas materias que m s tarde debían administrar en las escuelas (N ez, 2007, en prensa). Como ya se adelantó, la mayoría de los normalistas se convirtieron en visitadores o en directores de escuela. Estos ltimos se desempe aban directamente en las aulas, dado el car cter uni o bidocente de las escuelas. En cambio los maestros legos se desempe aban principalmente en calidad de “ayudantes”, pero encar- gados individualmente de ense ar en aula. Otro rasgo de la docencia en la etapa de construcción del sistema fue la paulatina feminización del precepto- rado primario. Las escasas mujeres que ense aban hacia 1840 fueron multiplic ndose, se hicieron mayoría a partir de la década de 1880 y en 1910 ya representaban un 82% del total de maestros primarios (Ega a, N ez y Salinas: 117-120). Sin embargo, las preceptoras no tuvieron acceso a los cargos de visitadores y muy limitada y tardíamente a los cargos de dirección de escuelas. Dadas la comparativamente lenta fundación de escuelas normales femeninas y la consiguiente menor disponibilidad de graduadas, las mujeres se desempe aban en la escala m s baja de la carrera: la precaria condición de “ayudantes”.
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