Artistas en la industria: los orígenes del cine sonoro chileno

63 A modo de epílogo El presente texto significó una revisión del proceso de introducción del cine sonoro a Chile, desde finales de la década del veinte y hasta mediados de los años treinta. De todos estos films, solo se conserva “El hechizo del trigal” (Eugenio de Liguoro, 1939), restaurada por Jaime Córdova de la Cinemateca del Pacífico a partir de una copia de proyección. En documental, del mismo año, la Cineteca de la Universidad de Chile ha rescatado un fragmento de “¿Qué es chilenidad” (Emilio Taulis, 1939), producido para el gobierno de Pedro Aguirre Cerda. Los demás documentales y ficciones producidos en este periodo inicial, se encuentran actualmente desaparecidos. De acuerdo a esto, el cine chileno correspondiente a los albores del sonoro consti- tuye uno de los periodos más frágiles en cuanto a su conservación y recuperación, evidenciando una ruptura tecnológica, que también hemos documentado, ocurre en el campo historiográfico, debido a la ausencia de sistematización de datos que permiten abordar este campo de estudios. Sólo recortes de prensa conservan los vestigios de una cinematografía que fue eclipsada por su símil norteamericano, y será hasta la repercusión publicitaria tras “Norte y Sur” (Jorge Délano, 1933) que no se volverá a hablar de “Cine sonoro chileno”, comenzando una segunda etapa del periodo. Desde finales de la década del treinta se comenzaron a realizar de manera sistemática, y cada vez con mayor frecuencia, largometrajes argumentales o noticieros con la técnica del sonido óptico, e incluso se reedita un clásico silente como “El Húsar de la muerte” (Pedro Sienna, 1925) a esta nueva técnica, ya en los años cuarenta, versión que hoy conserva la Cineteca de la Universidad de Chile a partir de una copia nitrato desde la cual se ha realizado la restauración por Sergio Bravo (1962). Caso similar al de “El Teniente” (Salvador Giambiastiani, 1919), que en 1957 fue reducida a diez minutos y reeditada con un texto ilustrativo de Raúl Aicardi, bajo el título de “Recuerdos de el mineral “El teniente”. Ambos ejemplos dan cuenta de la emergencia de un cine remoto proyectado en el tiempo, materialidad cuya pervivencia obstinada y sugerente desentraña los misterios de una filmografía forzada al silencio y el olvido. Este texto ha intentado contribuir a revelar los inten- tos por dotar de sonidos a las imágenes locales, así como valorizar a sus creadores aún cuando las obras se encuentran desaparecidas. A la izquierda: Anuncio de la película “Norte y sur” (Jorge Délano, 1935) Fuente: Ecran nº 181, 10 de julio de 1934 Memoria Chilena

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=