Artistas en la industria: los orígenes del cine sonoro chileno
52 “(...)un conflicto bélico que obliga a la movilización de las Fuerzas Ar- madas. Un oficial enviado en patrullaje de exploración se aleja en una hacienda y se enamora de la hija del dueño. Pero su deber y amor a la patria lo obligan a continuar su misión” (Jara, 1994, p. 60) A esas alturas, el sistema de discos había sido descartado por la industria norteamericana, lo cual habría incidido en la escasa producción local de este tipo de obras. El académico Jaime Córdova indica la existencia de una última película producida por los hermanos Page, esta vez con “sonido directo y óptico de densidad variable”: “(...) filmada en 35 milímetros en diciembre de 1931, con los funerales de Federico Santa María titulado: El acto inaugural de la escuela de Artes y Oficios y Colegio de Ingenieros “José Miguel Carrera”, que daría paso a la Universidad Federico Santa María unos años más tarde” (Córdova, 2007, p. 37) 30 . Este antecedente permitiría corroborar un postrero intento por acercarse a la pro- ducción de películas con sonido óptico, aparentemente abandonando el rubro luego de esta película. Se puede documentar un último intento por emplear la técnica de discos en el año 1932, cuando Juan Pérez Berrocal intenta sonorizar su película “Vergüenza”, estrenada originalmente en 1928: “Ahora, a la copia muda se ha agregado sincronización de algunos so- nidos, acompañamiento musical y dos o tres canciones cortas, con lo cual se le ha modernizado” ( Ecran, nº 65, 22 de marzo de 1932, p. 13 ). La desaparición de casi la totalidad de películas señaladas, ha impedido determinar la relación efectiva entre imagen y sonido que habrían tenido estas obras, dejando en el campo de la poco fructífera especulación alguna hipótesis sobre los intentos por emplear un lenguaje incipiente del sonoro, adjudicándoles erróneamente títulos como “películas mudas” o “falsamente sonoras”. En rigor, y a diferencia de lo planteado por otros estudios, consideramos que estas serían las primeras películas sonoras chilenas, las cuales emplean la misma técnica con la que se exhibe “The Jazz Singer” y otras del periodo producidas en Estados Unidos. Sin duda se trata de la transición hacia la estandarización de modelos de producción industrial, tal como ocurrirá posteriormente con formatos videográficos.
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