Artistas en la industria: los orígenes del cine sonoro chileno

39 tro musical con el cine. Realizada por la productora Apolo Films en la ciudad de Concepción, la película tuvo el soporte técnico de la Andes Films, que en los años veinte era una de las empresas más importantes de producción cinematográfica en el país, y que en Noviembre de 1925 había estrenado “El Húsar de la Muerte”, considerada una de las películas más exitosas en cuanto factura técnica, recepción de público y calidad estética del cine silente nacional. “Canta y no llores corazón” se estrenó un mes después y, tal como explica Pérez Berrocal, intentaba expandir los límites del cine silente: “La canción cuya letra dice “Hay momentos en la vida que no se pueden sufrir;/ la traición deja una herida que hace llorar y gemir,/ ¡Canta y no llores corazón!/ con lágrimas no se apaga el fuego de una pasión,/ ¡Canta y no llores corazón!...” canción que cantaba Cla- ra [del Castillo, actriz principal de la película. N. del A.] en varios pa- sajes de la película, sin oírse, pues su filmación era muda, aunque después durante su exhibición en público y mucho antes que llegara a Chile el cine sonoro, hablado y cantado, idee una combinación que, en determinados instantes, en un obscuro previamente preparado, se detenía la proyección, se encendían las luces del escenario de- lante de la pantalla y el público veía a los protagonistas (Clara y yo) con la misma indumentaria que aparecíamos en la cinta y cantando ella de verdad. Terminada la escena, se hacía de nuevo el obscuro, nos retirábamos del escenario, se subía rápido el decorado de fondo y seguía la proyección de la película con los personajes principales donde mismo quedaron anteriormente cuando se hizo el obscuro y se detuvo la proyección. El público aplaudía siempre esta innovación, verdadero anticipo del cine sonoro” (Pérez Berrocal, 1981, p. 69) Este testimonio es uno de los pocos que se conserva sobre la forma en que se ejecu- taban estas estrategias durante el cine silente. Otro caso similar es el de la película antofagastina “Bajo dos banderas” (Alberto Santana, 1926), cuyas proyecciones eran acompañadas en vivo por una orquesta que interpretaba la “Marcha Bajo dos Banderas”, compuesta por Armando Maristany, músico argentino que desplegó en la ciudad un experimento único del periodo, descrito según El Industrial del 31 de diciembre de 1930, como la proyección de “las mejores películas mudas, acom- pañadas de la mejor orquesta del norte” (Jara, et al, 2008, p. 78). Un último intento de cine sonorizado en vivo sería “Mi viejo amor”, largometraje dirigido y protagonizado por el tenor Piet van Ravenstein, quien ya había tenido una participación como actor en la película “El Húsar de la Muerte” (1925) 25 . Estrenada el 14 de septiembre de 1927 en el Teatro Principal, ubicado en pleno centro de Santiago, fue promocionada como “cantada” y “el film de opereta que

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