Artistas en la industria: los orígenes del cine sonoro chileno

10 Con la transformación de los hábitos cognitivos dado en los sinuosos campos de la tecnología, cabe preguntarse respecto al rol conflictual por el fetiche analógico en una sociedad hiperinformada que, a la vez, desconoce la naturaleza de la ma- terialidad que le es expuesta. En otros términos, el archivo se compone de capas que complejizan cualquier lectura unidimensional hacia el objeto, principalmente en las sociedades capitalistas, donde el valor comercial se llega a traducir simul- táneamente como “valor patrimonial” en las cifras de audiencias o la privatización como sinónimo de “eficacia” en la gestión documental. En rigor, con el nacimiento del cine surge un simulacro de sociedad, imagen fantasmática que la comunidad le- gitima consciente que el verosímil opera únicamente al interior de la obra, tal como señala el escritor Carlos Monsiváis respecto al cine clásico mexicano de los años treinta y cuarenta: “ Este no es México, pero a lo mejor así podría o debería ser ” (López Navarro, 1997, p. 83). Las industrias culturales, que se ubican en el intersticio entre espectáculo e intervención capitalista del espacio público, harán dialogar la tecnología con la economía, siendo el cine sonoro uno de los paradigmas en la explotación de la obsolescencia. La siguiente investigación tiene como objetivo abordar estos problemas a partir de un periodo aún no estudiado dentro de la historia del cine chileno, que corresponde a la llegada del cine sonoro al país. Este rango temporal es difuso en sus hitos, como en todo proceso historiográfico, pero que hibridará la técnica con la industria, ubicando entre ambos a los artistas pioneros que aportaron a instalar una visualidad propia de la modernidad. Resulta preponderante señalar que se trata de un intento por construir un relato a partir de la tecnología y los modos de visualidad derivadas de ella, campo simbólico que, reiteramos, se debe medir a escala local. Emilio Taulis, Eric y Lionel Page, Ewald Beier, Ricardo Vivado o Jorge Spencer, no figuran en la historia como pioneros del cine sonoro chileno, pero, ¿es acaso porque se trata de técnicos y no de “artistas”?. Su rol en el desarrollo tecnológico del cine nacional ha sido desplazado, y por esta razón, hemos intentado recopilar, sistematizar y reflexionar sobre su lugar en los albores de la introducción a esta nueva y revolucionaria tecnología. Desde el punto de vista metodológico, hemos dividido este texto en tres secciones. El primero, intenta abordar la introducción del cine sonoro a nivel mundial, relacionando su aparición en el mundo industrial con la conformación de un dispositivo de lenguaje. En ello, planteamos que no pueden leerse de manera peyorativa aquellos intentos primigenios de sonorización, tal como han sido documentados muchas veces. Por el contrario, deben comprenderse como la etapa natural de exploración en torno a los elementos cognitivos de una sociedad particular. ¿Es acaso “The Broadway Melody” (Harry Beaumont, 1929) menos relevante que “The Jazz Singer” (Alan Crosland, 1927)?. Sin duda, la respuesta es no. Y por lo mismo, ¿Es menos relevante “Canción de amor” (Juan Pérez Berrocal,

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