Seminario Internacional : Profesión docente y educación continua en América Latina : aprendizajes y desafíos
45 SEMINARIO INTERNACIONAL PROFESIÓN DOCENTE Y EDUCACIÓN CONTINUA EN AMÉRICA LATINA: APRENDIZAJES Y DESAFÍOS y expresados en acciones concretas (poemas, escritos, preguntas, lecturas, etc.) que sostenían nuestras prácticas docentes. Cada cual lo hacía desde sí, con una mirada propia. Desde los inicios me sorprendí por el deseo y la curiosidad de pensarnos, de sabernos, de preguntarnos. Un deseo que nos trascendía, porque no dependía de quienes conformábamos el grupo, sino de cómo se había creado en aquella comunidad una cultura que posibilitaba la experiencia de la alteridad. Cuando entraba en la sala, sentía que la historia que estábamos escribiendo iba también más allá de mí, poseyendo un origen todavía más antiguo porque traía al presente la experiencia de maestras y maestros que, sentados en aquellas mismas sillas, en algún momento se ha- bían hecho vulnerables frente a otros colegas. Vulnerables en tanto que humanos, en tanto que docentes con preguntas, con historias y con tensiones que deseaban transitar y fructificar. En ese sentido, la atmósfera e historia de la comunidad del CRTED sugerían una apertura al descentramiento para que cada cual se expresara y se dejara decir por el otro, la otra y lo otro, reconociendo las singularidades. Cada semana desplegaba algo nuevo que no podía predecirse. No existía un camino prefabri- cado, sino una creación frágil e incierta que se daba mediante gestos y relaciones no predeter- minadas (Biesta, 2017). Uno de aquellos gestos era el acto de colocar en el centro la relación, dando lugar a un conjunto de saberes intergeneracionales. En aquel momento yo sentía que la experiencia formativa del CRTED nutría mi desarrollo profesional, pues poner en el centro la relación tenía que ver con hacer del espacio educativo un “laboratorio de vida” en el que poder vivir, contar, revivir y recontar historias (Clandinin, 1993). Sin embargo, no fue hasta que regresé a la escuela para llevar a cabo una investigación que comprendí que dicha experiencia había pasado a ser una experiencia en movimiento que se movía entre lo personal y lo social, entre el pasado, el presente y el futuro, entre las vivencias interiores y las exteriores (Dewey, 1969). Una experiencia que había sido vivida desde sus inicios como una narrativa con una temporalidad, un lugar y una sociabilidad determinados que no pretendían representar la experiencia, sino pensarla y profundizar en ella a fin de enriquecerla y transformarla. Ahora se me hace evidente que los diálogos mantenidos vinculaban tres esferas: la experiencia docente (práctica y sabe- res profesionales de aula), la narrativa (reflexión de nuestra práctica profesional) y el currículum (curso de vida que nos sostenía como docentes e investigadores/as). Asimismo, formarnos como docentes tiene que ver con indagar en las historias que tenemos elaboradas acerca de la enseñanza y poder volver a ellas abriendo la posibilidad de crear nue- vas versiones que nos permitan recontar esas historias, fijándonos en las dimensiones y sus - tratos no atendidos hasta el momento, para poder cultivar nuevas formas de revivir y recontar nuestra práctica educativa como docentes. Precisamente, en ese punto es donde la indaga- ción narrativa, entendida como práctica pedagógica, puede nutrir el espacio de la educación continua. Pensar la educación continua como una experiencia más que como plan de instruc- ción o programa que se aplica, nos invita a preguntarnos acerca de cuáles son los saberes, las preguntas y las cualidades educativas que sostienen la experiencia de la educación continua. Tejer narrativas, tejer saberes Chiara Zamboni (2009) señala que “el saber es la experiencia sedimentada en el curso de una vida” (p. 107). Sus palabras me trasladan a la necesidad de atender a posibles modos en los que la experiencia se entreteje. Un entramado de saberes e historias que no solo compone la práctica
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