La intuición en la actuación

80 menta en la organización de su material, y el actor debe saber utilizar los medios de expresividad de su cuerpo”. Esta expresividad, está en diálogo constante con los compañeros de escena y finalmente, con un espectador. Sin embargo —como en toda obra—, al pasar a la etapa de montaje y dirección de las escenas nos vimos supeditados a la necesidad de re- petir y memorizar tanto los textos de la obra como las modificaciones espaciales que permitirían que se entendiera la situación por parte del espectador. Los ensayos tenían por objetivo ser un mecanismo de base para articular una forma que luego pudiéramos habitar, sin embargo ¿cómo podíamos lograrlo manteniendo este estado de crisis que generaba estados intuitivos actorales dentro de la obra? Entonces, nos dimos cuenta de que una primera respuesta podía estar en la situación dramática que planteaba la obra: había algo en común entre todos los roles y la situación que estábamos experimen- tando en la escena; la incomodidad. Esta condición de incomodidad estaba supeditada por la necesidad social de ser corteses, la cortesía impedía dejarse llevar por los comportamientos naturales de los ro- les, y las reacciones más instintivas quedaban ocultas bajo una capa de incomodidad que pulsaba en todo momento de la acción. En el encuentro entre los distintos roles de la obra entre esta pulsión social del “deber ser” y la pulsión natural del “ser”, cada rol se encontraba con otro que tenía sus propios deseos, objetivos y que se movilizaba de una manera en la obra, pero no teníamos la completa consciencia ni conocimiento de ese rol. Actuando de esta forma, cada ensayo y cada función, sería un en- cuentro vívido y presente de la estructuración de esas relaciones. De este modo el espectador veía, un cuerpo activo y tónico en escena que se encontraba con otro que estaba en las mismas condiciones, articulándose siempre como si fuera la primera vez.

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