Poesía Chilena en dictadura y postdictadura
| 19 | Estupor y silencio. 45 años de poesía en Chile otras palabras, los ensayos de Francisco Vega y Ana María Cristi problema- tizan cómo los mecanismos literarios en Kay y Eltit, a saber, la despersonali- zación y la autoreflexividad, se encuentran determinados históricamente a la vez que resisten políticamente la dictadura. Por otro lado, la escritura y el posicionamiento de Enrique Lihn y Elvira Hern ndez en el complejo campo poético del periodo dictatorial re- sultan paradigm ticos, en la medida que instalan el foco poético/políti- co como centro de algunos de sus poemarios y proponen un mirada irónica para analizar el modo en que el régimen militar ha impactado en la escritu- ra poética en Chile. Lihn asume que su escritura, o la imposibilidad de ella, es el resultado del trauma que ha generado la instauración del sistema neoli- beral en el país, que para él puede ser representado a través de aquella aveni- da peatonal llamada el Paseo Ahumada. Fernanda Urrea advierte que en este pabellón confluyen realidades diversas que dan cuenta que el sistema neoli- beral impuesto por la dictadura trasluce su miseria y desigualdad. Dicha rea- lidad quedaría desmantelada en este texto “complejo y plurisiginificativo” en el que Lihn entreteje una imagen del Chile de los 80 bajo una voz poética que nunca deja de presentar la ironía devenida en crítica. Por su parte, Elvi- ra Hern ndez utiliza “el montaje y la disposición irónica” en ¡Arre! Halley ¡Arre! de 1986, poemario en el que, según afirma Simón Villalobos, “anima una oposición crítica que constela a sus interlocutores y activa la imagen de su tiempo o época”; un tiempo signado por los reiterativos atropellos a los derechos humanos y que en la década de los 90 no parece amainar. La década de los 90, o el inicio de la post-dictadura Cuando el 11 de marzo de 1990 los chilenos y chilenas vieron por cadena nacional de televisión el cambio de mando presidencial, el hecho fue recibi- do con júbilo. Ese día parecieron llegar a su fin 17 años de una cruenta dic- tadura, la que no solo dirigió la violencia de estado contra la población civil, sino que también orquestó una verdadera revolución reaccionaria, en la que sin contrapeso ni oposición se desmanteló el aparato público chileno; casi la totalidad de las empresas del Estado fueron rematadas a precios irrisorios, se privatizaron la salud, la educación y el sistema de pensiones. Sin embargo,
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