Poesía Chilena en dictadura y postdictadura

120 | ciego rasguea en el fragmento 16, y el roce de las cuerdas se vuelve an logo al rasgueo de la pluma en el papel, por lo que su decir no es palabra sino músi- ca, tal como Demódoco en los versos de Homero. El ciego calla, pero puede decirlo todo en su guitarra, y puede verlo todo precisamente porque ha sido privado de ver lo que todo el mundo mira; se sumerge en una ciudad distin- ta, m s oscura, m s fantasmal, él mismo espectro en tanto decide guardar silencio para desaparecer en la multitud y volverse uno solo con el lúgubre fondo de la caverna. Ahora bien, anteriormente di cuenta de una estrofa específica, que describía de una manera particular la ciudad que se muestra en el poema, como principal descripción del ambiente sombrío al que me estoy refirien- do. El hecho de que esta corresponda a la perspectiva de un personaje cuya característica m s notoria es la ceguera no es casual: si consideramos la fi- gura del ciego, sumado al simbolismo que puede llegar a portar como per- sonaje dentro de la obra, es imposible ahora pasar por alto el hecho de que corresponde a un ser marginal (y marginado) precisamente por su discapa- cidad. Esto se relaciona estrechamente con el hecho de que en la sociedad chilena las personas que tienen algún tipo de discapacidad o problema fí- sico son relegadas, puestas a un lado como si no fueran realmente parte de ella. El ciego que aparece aquí, específicamente, dice tocar la guitarra, por lo que es f cil identificarlo con el tradicional músico no vidente que pide di- nero en la calle. De este modo, tanto su condición de ciego como el hecho de ser músico callejero lo transforman en un personaje que podría ser califi- cado como no persona , cuya opinión no es considerada como valiosa y, m s aún, cuya presencia pasa completamente desapercibida a propósito, es decir, es ignorado de manera consciente por el resto del mundo. Esta condición de no persona , o m s bien no ciudadano , junto con la relación establecida ante- riormente entre ceguera y capacidad tanto profética, de alguna forma, como poética, convierten a esta figura en una de las m s significativas de La Ciu- dad . Su marginalidad hace que la perspectiva que muestra sea aún m s atrac- tiva, puesto que Mill n parece escoger a este personaje en particular para dar cuenta del verdadero estado del espacio descrito, en tanto solo un fan- tasma podría percibir realmente lo que ocurre en un espacio espectral. Así, en cuanto fantasma, el ciego se desliza entre las sombras de la ciudad como

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=