Poesía Chilena en dictadura y postdictadura

| 119 | De fantasmas y espectros: la escritura fantasmal en La Ciudad de Gonzalo Millán El ciego tiene el olfato muy fino. […] Los agentes del tirano huelen a rata. Los agentes intentan sonsacarme. Me amenazan. Hasta me han ofrecido dinero. Para ellos soy ciego y mudo. Dejen en paz a este pobre ciego. Déjenme tocar en paz la guitarra. (66-7) Los versos anteriores refieren a la presencia del ciego en el momen- to de la tragedia, como aquel personaje que sabe de primera fuente todo lo que ocurrió, pero que, a la vez, ostenta una condición de ser accesorio y mar- ginal, algo que queda en evidencia al afirmar que para ellos es ciego y mudo, y por ello personaje completamente secundario. Sin embargo, remitirse en primera instancia al ciego como aquella figura prescindible en el espacio so- cial es pasar por alto el lugar simbólico que ocupa en la literatura universal y la importancia que puede llegar a adquirir en función de ello. Recordemos, pues, los personajes homéricos de Demódoco y Tiresias. El primero corres- ponde al aedo que provoca con su canto sobre la Guerra de Troya que Ulises se dé a conocer al rey Alcínoo, mientras que el segundo es un adivino ciego de la ciudad de Tebas, cuya principal importancia recae en su condición me- diadora entre dioses y hombres a través de sus profecías. Uno y otro repre- sentan, respectivamente, a las figuras del poeta —el cantor, el aedo, el escri- tor — y del sabio, aquel que ve lo que otros no (Chevalier 280). El ciego, por tanto, no es aquí un personaje m s del paisaje citadino destruido que Mill n describe, sino que simbólicamente hace las veces de poeta y sabio, en cuanto puede mirar m s all de lo que el resto percibe, notando cosas que podrían pasar desapercibidas. Esta característica est fuertemente enfatizada en el fragmento referido, puesto que se hace hincapié en los sentidos del perso- naje —el olfato, el oído—, agudizados por la pérdida de la vista. Asimismo, la presencia del ciego anuncia la existencia de uno entre la multitud que sabe m s (“Los agentes intentan sonsacarme…”), pero que decide callar. El silen- cio en el que prefiere ocultarse se ve curiosamente refutado en su guitarra: el

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