Poesía Chilena en dictadura y postdictadura

| 117 | De fantasmas y espectros: la escritura fantasmal en La Ciudad de Gonzalo Millán rrollando formas de resistencia y se geste solapada una reversión de los he- chos propiciada desde la fuerza emocional de los habitantes de la ciudad” (133). La herida, por tanto, es el primer indicio de que algo est ocurrien- do, sensación que aumentar poco a poco hasta generarse hacia el final la in- clusión de pasajes que se centran completamente en la noción de la ciudad como un lugar dañado, contaminado, herido, incapaz de cicatrizar. Este au- mento paulatino no es completamente evidente, puesto que las im genes de lo que podría ser una ciudad en normal funcionamiento superan con creces en número a aquellas que hablan de un espacio oscuro y vigilado. Sin embar- go, a medida que avanzamos con nuestra lectura se introducen cada vez m s fragmentos que apuntan a la caracterización de esta ciudad como un lugar oculto y lúgubre, escondidos ellos mismos entre las líneas que hablan del lu- gar cotidiano. En ese sentido, una estrofa del fragmento 41 es significativa en relación al ambiente que primar en la mayor parte del poema: La ciudad es una inmensa caverna. Donde jam s llega la luz del día. La ciudad es la tiniebla rumorosa. De un gran río subterr neo. La ciudad huele atruena calle hiede. La ciudad es el sepulcro del mar. (66) Este fragmento adquiere gran relevancia en el an lisis desarrolla- do aquí, tanto por la presencia de esta estrofa en específico como del resto de los versos que lo componen. Por ahora, no obstante, me centraré solo en este, como ejemplo principal de la descripción que corresponde a la ciudad de la que se habla en la obra, para enfocarme m s tarde en los dem s. Pa- labras como caverna, tiniebla, subterr neo, hiede y sepulcro apuntan a un campo sem ntico similar: ambiente oscuro, oculto, frío, donde solo pue- de existir lo que est muerto, lo podrido. Este tipo de adjetivos contribu- yen a crear una descripción cuyo enfoque principal es enfatizar en el car c- ter negativo del espacio en que transcurre el poema. Al mismo tiempo, el fragmento entero viene a refutar la impresión inicial de cotidianidad que pretenden entregar las im genes de los autos corriendo, los habitantes acu- diendo a sus labores habituales y los peatones abarrotando las calles. Es, por

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