Poesía Chilena en dictadura y postdictadura
116 | Consideremos, en primer lugar, los dos primeros poemas del texto. El que da inicio al libro nos permite adentrarnos en la ciudad que lo titula, abriendo el telón para presentar un lugar que se despierta, que amanece : Amanece. Se abre el poema. […] La ciudad despierta. La ciudad se levanta. Se abren llaves. El agua corre. Se abren navajas tijeras. Corren pestillos cortinas. Se abren puertas cartas. Se abren diarios. La herida se abre. Sobre las aguas se levanta la niebla. Elevados edificios se levantan. Las grúas levantan cosas de peso. El cabrestante levanta el ancla. (9) El amanecer, que lleva consigo el despertar normal de una ciudad, esconde entre líneas una herida, que a medida que avanza el poema comien- za a adquirir mayor importancia. Ahora bien, la frase corta que se repite a lo largo de todo el texto a ratos podría hacer que se pasara por alto versos como este, situando aparentemente a la herida como algo accesorio, de me- nor relevancia que el correr matutino de la ciudad. Sin embargo, entre las im genes del amanecer, del despertar, de las llaves que se abren, los pestillos que se corren, los diarios comenzando a ser leídos, la niebla, las grúas… ha- llamos también una llaga, la herida que se abre con el comienzo del poema y que nunca logra cerrarse por completo. La noción de la herida se condice con el ambiente de que algo se est produciendo subrepticiamente, tal como afirma Carmen Foxley al referirse al hecho de que “nada parece cambiar en la superficie de la cotidianidad, aunque imperceptiblemente se estén desa-
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