Poesía Chilena en dictadura y postdictadura
108 | Estas técnicas de registros, colocan a la voz poética junto a las pros- titutas, las locas y las lesbianas. De modo que, la prosa poética est enfocada sobre las penurias de las mujeres que trabajan en la prostitución, (se acuerda, se pacta, se paga y accede al cuerpo prostituido), esta mercancía libidinosa en la que la seducción es un mero adorno y la figura de Dios, representada en la culpa est en continua indicación. Así como Eros y Thanatos que se en- tretejen en el cotidiano, la figura del Dios beato y el Diablo descarado est n en permanente lucha: “Solo con mi cuerpo que mi alma intocada y creyente / A Dios gracias aunque en lo oscuro del espejo/ El Diablo me guiña un ojo/ y por fin le hago a la muerte/ tierna solitaria femeninamente” (16). Al final del día, las mujeres se encuentran consigo mismas y a media luz, entre el des- preciado y olvido. En este melodrama despunta cuando Ofelia el querer le quema al complacer al matón del puerto: “Ofelia la vaca gorda del burdel se arrima melosa al guapo del muelle/le muerde la oreja le saca la espina y sor- biéndole la sopita de pescado/ le canta el corazón” (26). El gozo sufriente, el vaivén entre el amor y la muerte, la fiesta y decadencia confluyen hacia el le- cho para cumplir el ritual de mercado sexual: “No soy una puta moderna/ soy de las cl sicas/ de las antiguas enfiestadas/ gozadoras de la carne […]/ soy de las que lloran en una esquina/ sobando los mocos del olvido/ la gra- nujienta/ viscosa y maloliente” (20). No hay referencia a las clases sociales de los clientes, sino la lucha femenina contra Dios y la condena de llevar a estas mujeres al infierno, siguiendo los designios de San Agustín. La prosti- tución es el lugar de la tolerancia, pero también de la condena al infierno de las mujeres. La condena eclesi stica no radica en el acto mismo de ejercer la profesión de manera colectiva, sino que atañe directamente sobre las cons- ciencias individuales. Por otro lado, la figura lésbica devenida del mediterr neo emerge como campo erótico. La fiesta parece ser la excusa contra el olvido y la mar- ginación de ser parte de la disidencia sexual: “Y uniendo pezón con pezón descubrieron el placer/ Te amo – dijo la una a la otra/ te doy mi cuerpo que es el tuyo m s que espejo de río/ y riendo como p jaras libres provocaron ecos” (46) Frente a esto, continuamente se hace referencia a la figura om- nipresente de Dios castigador, maltratador y atormentador de mujeres. Sin
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