Mejorar la educación : aprendizajes desde la investigación educativa

¿Derecho a la filosofía en Chile? 73 a reivindicar su participación es posible por la transición que va del sonido a la palabra; del mero ente –situado y localizado– al sujeto que tensiona esa localización en base a su razón, al uso público de ella, como señalara el filósofo Inmmanuel Kant. La incorporación de quienes no tienen parte en la cuantificación política ocurre después de una serie de conflictos, donde no es menor el reconocimiento estético, en su más amplia acepción, pero que se eleva hasta las esferas superiores de lo social, incorporando no solo una valoración de las formas, sino también de los contenidos sustantivos que componen la trama identitaria de la subjetividad que ellos son. Este cambio en el paradigma implica, en primer lugar, proponer otra concepción de lo público y, en segundo lugar, vincular esta idea con la fuerza expansiva que se encuentra en el vínculo palabra-de- mocracia, de manera paralela a la imagen de una filosofía situada. Es decir, lejos de ser una mera defensa racionalizada de la filosofía por su carácter bien pensante o formal en términos de corrección, implica hacerla saltar por los aires, desbordar sus marcos institucionales y salir de la sala de clases para apropiarse del espacio social con ella. Una filosofía situada y relacional con las inquietudes de la so- ciedad implica una transgresión, la fractura como instituyente del diálogo, y por ello se hace cargo de esta fundamentación democrática de su Estado de derecho que constituye a las sociedades actuales. Al salir de la zona de confort en que nos pone la política institucional y sus formas de validación legítimas, esta concepción de la filosofía nos incita a practicarla como una herramienta de vida, como un ejercicio para la vida buena y no como un saber de eruditos que, desde la altura de su torre de marfil, le indican al resto recetas e instrucciones sobre el conocimiento, sobre la realidad, sobre la justicia o el tópi- co que sea. Una filosofía pensada así es subversiva en sus formas y revolucionaria en sus contenidos, pues nunca se agota. Instituye a su sujeto de enunciación consigo, en su praxis hace chirriar ámbitos institucionales y desplaza lo posible a un horizonte abierto. Hacia el final de su vida, el filósofo Michel Foucault volvió sus investigaciones hacia lo que constituía una buena vida, es decir, una vida filosóficamente vivida. En su reflexión, el filósofo retorna al ori- gen plebeyo de la democracia mostrando cómo la isegoría (el derecho

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