Mejorar la educación : aprendizajes desde la investigación educativa

Carta abierta al profesorado de ciencias 51 que las personas hacen de sus vivencias y de cómo estas las trans- forman, les dejan una impronta. Desde la experiencia claramente tenemos algo que decir, algo que contar y compartir. Como diría José Contreras, tenemos un propio saber que nos hace actuar en primera persona y, en ese sentido, en nuestra vivencia y experiencia de ser un/a profesor/a de ciencias, tenemos un cierto conocimiento de nuestros contextos, de nuestras relaciones en la escuela, de nuestros/ as estudiantes y de aquello que queremos enseñar. Claramente esta acción de enseñar la ciencia haciendo de ella una experiencia (algo que les pasa a nuestros/as estudiantes, algo que viven en primera persona, algo que es de ellos/as , algo que les es propio) nos sitúa como docentes en el centro de la mirada, pues sabemos que para hacer de la ciencia una experiencia inevitablemente debemos cambiar nuestra práctica pedagógica e inclusive nuestras propias concepciones acerca de qué es la ciencia y cómo se construye. Pensar la enseñanza de la ciencia desde la experiencia, a mi juicio, conlleva cuestionarse los propios saberes profesionales, preguntándonos por el sentido educativo de aquello que buscamos develar a nuestros/as estudiantes. El desafío, complejo y ambicioso, es buscar la transformación de nuestros/as estudiantes mediante una experiencia que marque un antes y un después, lo que –dada la realidad con la que lidiamos en la escuela– significa irrumpir en lo instituido y establecido. Al respecto, comparto con muchos/as de mis colegas docentes la percepción de que pocos espacios formativos (ya sea en la forma- ción inicial o continua) hemos tenido para aprender a decir sí y a decir no, pero al mismo tiempo me encanta sentirme desafiada por las palabras de Francesca Migliavacca cuando nos plantea que el estar dentro de la institución supone ser conscientes de la posición que ocuparemos y, por tanto, saber desde dónde pronunciaremos nuestro no. En esta complejidad educativa comprendo –de una manera qui- zás muy propia de una profesora de ciencias– que nada es absoluto y que todo puede ser transformado. Lo importante, pienso, es dar cabida a nuestros propios saberes que emanan de la experiencia de enseñar ciencia y que pueden ser compartidos, consensuados y construidos junto a otros/as bajo una lógica de relaciones educativas

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