Mejorar la educación : aprendizajes desde la investigación educativa

Carolina Martínez Galaz 50 los laboratorios o en la cabeza de un/a científico/a o del profesor o la profesora de ciencias. Desde esta lógica, la ciencia a ser enseñada tendrá como eje de sustentabilidad la incertidumbre, el cambio y la relación con los otros y las otras. Estar en relación con los otros y las otras (y con la ciencia y su enseñanza) supone poner en el centro la relación educativa. Tal como lo plantea la educadora Giannina Longobardi, hay una estre- cha interconexión entre los aspectos relacionales del aprendizaje, los vínculos sentimentales y el trabajo con las emociones. Esta in- terconexión crea la disponibilidad para juzgar a nuestros colegas y estudiantes ante el fracaso, pero dificulta el cuestionarse a sí mismo/a ante una misma situación. Hay en la relación educativa, querámoslo o no, una relación de poder y –tal como lo sugiere la autora– para entrar en una relación virtuosa con los/as otros/as (y con mis estudiantes) se debe estar dispuesto/a a «dejarse tocar» 4 , lo que, como lo han planteado autoras como Asunción López y Francesca Migliavacca, implicaría permitir que cada estudiante deje una profunda huella en cada maestro/a, ali- mentando la esperanza de que alguna huella quede también en ellos/as. Hacer de la ciencia y su enseñanza una experiencia Yo, en lo personal, espero que a mis estudiantes les suceda la ciencia , les pase como una experiencia, la vivan con ojos curiosos, se asombren de las maravillas de la naturaleza y, al mismo tiempo, se sientan seguros/as de construir sus aprendizajes y tomar en ello sus propias decisiones. Jorge Larrosa nos invita a pensar la experiencia en primera persona, explicándonos que la experiencia «es lo que me pasa» y no «eso que pasa». En tal sentido, dar cabida a la experiencia en educación supone dar espacio a la subjetividad, a la interpretación 4 «Dejarse tocar» es una expresión muy bella para explicar lo que implica ir al encuentro de otro/a bajo una práctica de establecer una relación educativa que da espacio al trabajo con las emociones, en donde la subjetividad de la relación tiene cabida y, al mismo tiempo, todo se configura desde la experiencia que como docente vives. Este término está muy bien descrito por Francesca Migliavacca en el capítulo «Emociones en el aula» del libro El perfume de la maestra (2004).

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=