Mejorar la educación : aprendizajes desde la investigación educativa

Marcelo Pérez P 124 interrelaciones entre la persona adulta y el/la niño/a o el/la joven, puesto que quienes se relacionan lo harán según «la idea» que tengan sobre qué y cómo es la niñez y/o la juventud. La escuela es un reducto principalmente adultocéntrico que se asume desde la superioridad de un alguien que se concibe «maduro», es decir, desarrollado, concluido, acabado, dueño del conocimiento y en pleno uso de sus facultades, siendo la racionalidad la superior de todas. Desde este lugar constituido desde la mitología moderna, la persona adulta se sabe y comprende como superior, y desde esta superioridad se legitima su autoridad y accionar educativo morali- zante sobre aquellos/as no desarrollados/as o en vías de desarrollo, sobre aquellos/as inacabados/as, instintivos/as, más cercanos/as a lo primitivo, a la animalidad, a la barbarie, a la carencia de forma y racionalidad, a la ignorancia absoluta. Este sujeto minorizado debe someterse a este ejercicio civilizatorio de la educación desde procedimientos técnico-administrativos y al alero de la cientificidad pedagógica que ha estudiado acusiosamente a su objeto para some- terlo desde sus explicaciones. Estas explicaciones no solo describen en sus rasgos constitutivos a niños, niñas y adolescentes, si no que los/as predicen y los/as controlan bajo la racionalidad causal del cálculo eficaz y eficiente de la psicología y pedagogía modernas. Como establecen Gabriela Martini y Marcelo Pérez en su artículo incluido en el libro Educación y democracia: formación ciudadana para la escuela de hoy , es esta idea adultocéntrica la que habita y opera dentro de las paredes de la escuela, que –al igual que el desarrollismo positivista moderno, que presenta a la Ilustración como la edad adulta del ser humano (Kant)– establece que los «más desarrollados» tienen el deber ético y político de conducir a los más incivilizados, atrasados o poco evolucionados. Niños, niñas y adolescentes necesitan de un preceptor. En este sentido, el investigador Claudio Duarte agrega que la juventud hace su aparición histórica como una etapa de subordina- ción, de limitación de derechos y como incapacidad de actuar como personas adultas. La niñez y la adolescencia se establecen como fases dentro de la linealidad desarrollista para poder enfrentar el futuro social y político que obligan al establecimiento de un pedagogo adulto que conduzca a niños, niñas y adolescentes en su devenir de

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