Optimización del riego en paltos y cítricos

observa en la Figura 2, para una misma Da, por ej. 1,4 g/cm 3 , en un suelo de texturas medias a finas la macroporosidad es cercana a 12%; no obstante, para el mismo valor de Da en un suelo de textura moderadamente gruesa la macroporosidad es cercana al 20%. El cambio de uso de suelo, desde vegetación natural a cultivos agrícolas, favorece la pérdida de materia orgánica (MO), generando un deterioro estructural que se traduce en una densificación, es decir, un aumento de la resistencia mecánica y una pérdida de porosidad, principalmente gruesa, la cual caerá por debajo del 15%, considerado como umbral crítico para frutales (Dexter, 1988). Estas alteraciones tienen consecuencias negativas del tipo productivas (menor rendimiento y mayor incidencia de enfermedades, como Phytophthora ) y ambientales, como por ejemplo una menor infiltración de agua que generará escurrimiento superficial, con arrastre de partículas y nutrientes del suelo (Jordán et al., 2010). Figura 2. Macroporosidad (%) del suelo en función de la densidad aparente (g/cm 3 ), para suelos de textura medias a finas (>20% de arcilla y <40% de arena) y moderadamente gruesos (<20% de arcilla y >40% de arena). Ajustes significativos al 95% de confianza. Condiciones físicas de suelo óptimas para paltos y cítricos El palto, en sus orígenes, evolucionó en suelos derivados de cenizas volcánicas (Andisoles; Cuadro 2), los cuales se consideran como óptimos para su crecimiento, debido a las propiedades físicas que presentan (Aguilera-Montañez y Salazar-García, 1991), las cuales incluyen una baja densidad aparente (0,4-0,8 g cm -3 ) y una alta capacidad de aire (cercana al 46%), dependientes de la mineralogía y los altos contenidos de materia orgánica (4–8%); además se desarrolló idealmente en suelos de pH ácidos, entre 5 a 6 (Ferreyra et al., 2006; Wolstenholme, 2013). Debido a que los paltos evolucionaron en suelos de alta capacidad de

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