Principios de Derecho Internacional

ADVlllTUCI.A. 7 aqaellaa ohrM Nláll 8jltrilaa, aino tener Wl promndo conoeimieoto de las materias y una versacion en ellu, que no es dada á todos loa li_teratos, ni á todos los jurisconsultos. Por eslo, si queremos formar– nos una idea del mérilo extraordinario de esta obra, debemos consi– derar cuánto estudio, cuánta atencion necesita poner un hombre pa– ra hacer un buen extraclo de una sola obra en que se trate d6 diversas materias, y despues de consideradas estas dificultades, pasar á cal– cular cuán1a mayor atencion, cuánto mayor cuidado no serán nece– sarios para extractar muchas obras voluminosas para sacar de todas ellas lo que sea conveniente para presentar un cuerpo de principios de una ciencia. Esto es lo que solo es dado conseguir á los maestros, A loa i.alentos superiores. Ciertamente el Sr. Bello no ha compuesto su libro en poco tiempo. Hace treinta años que yo le conozco estudiando los Principios del Derecho Internacional, y él fué el primero de que yo tuve las prue• has de la deficiencia del Derecho de Cent.es de Vattel en todas la, cuestiones que interesaban á la causa de la emancipacion Je la .!mé• rica Española, y fué él quien me hizo conocer la necesidad de estu– diar á los escritores mas modernos. Desde entónces este sabio y pa– !.I'iota americano se ocupaba en el estudio, cuyo íruto tenemos á la vista; y desde entónces se proponía darnos estos Principios del De– recho Internacional para que se hiciesen populares en estas Repú– blicas, y sirviesen en la ventilacion de nuestros negocios con las demas naciones. El profundo saber del Sr. Bello ha sido en Chile de un gran bene– ficio á aquel país, porque encomendado de las relaciones exteriores de aquel gobierno durante todas las administraciones que se hao sucedido unas a otras por el espacio de diez y ocho años, se han di– rigido los negocios internacionales con las potencias europeas con el conocimiento, el tino y la prudencia que convenia, y se ha ahorrado Chile los d,esa¡;radables resultados que se han tenido en otras Repú– blicas, por haber creído malos políticos que cada uno puede hacer en su país lo que le da la gana, como si las naciones n.o se debiesen unas á otras los respetos y consideraciones que se deben en todo el mundo civilizado los individuos entre si. Yel modo siempre airo•o con que Chile ha salido en todas sus· cuestiones con Inglaterra, con Francia y con los Estados Unidos, es la prueba concluyente de que no siempre es la debilidad, sino la imprudencia. la que causa el mal éxito de los negocios que ventilan entre loa Estados fuertes y débil6$; porque cuando se sabe hacer evidente la jus\ieia del débil, •e hau

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