Principios de Derecho Internacional

6 particular de verla, y fué sacando gradualmente la ciencia, digámoslo asl, del cáos en que se encontraba, pero ain poderla descubrir toda, porque ella era demasiado grande para presentarse á los ojos de loa hombres de una vez, sin confundirlos. Era preciso que se fueso d&– jando eonoeer parte por pane, para que llegaae el dia en que el todo fuera eonocido. Vattel, el mas métodieo, el mas juicioso, y de mas claro ingenio y mayor elocuencia entre los escritores sobre estas materias, no abrázó todos los ramos que comprende el Derecho Internacional con el mismo acierto, ni con la neeesaria extension que ellos requerian. Notamos en su obra muchos vacíos que quizá no proceden de otras causas, sino de que ni el eomercio ni las guerras marítimas eran entónees de la consecuencia que en nuestros dias. En todo lo que úene relacion con el derecho marítimo e.a necesario ir á buscar en otras fuentes lu noticias de los usos y costumbres de las diversas naciones europeas. Así, en lo relativo al eorso, á los bloqueos, á las presas, á las visitas de buques extranjeros, al alistamiento en paisea neutrales, á los embargos de buques no nacionales para ewplearlo1 en la guena, seria en vano querer bailarlo en Vattel, porque en su tiempo no se habian agitado las cuestiones que se agitaron despues ; y sin la obra del Sr. Bello, seria preciso ir á buscar todo esto en di– farentea autores modernos, como en Azuni, en Kent, en Wheaton, en Chitty, en Elliot, en Valin, en Schmalz, en Capmany, en Pardessus, en Kerlin, en Martens, en las decisiones de los almirantazgos de In– glaterra, de Francia y de los Estados Unidos, y en fin, en la multitud de obras que se han publicado despues de los dias de aquel Gran llaea\ro del Derecho de Gentes. El publicista venezolano, componiendo esta obra importantísima, ha hecho un servicio de valor inestimable, no solo á aquellas gentes a quienes seria muy dificil hacerse de todos los libros que deben componer la biblioteca del hombre que quiere conocer á fondo el derecho internacional, sino á aquellos mismos que poseen la mas completa eoleccion de publicistas; porque él ha hecho el tra~jo que tendria que bacer el mas estudioso de todos ellos¡ y ciertamente este trabajo es de los mas penosos, pues se necesita de un genio particu– lar para emprender reducir á un cuerpo de doctrinas todas las que ae hallan diseminadas en muchas y muy voluminosas obras, publi– eadas en diversas lenguas. Para hacer esto como ae debe, e~ india– penaable, no solo saber perfectamente loa nrios idiomu en que

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