Principios de Derecho Internacional

P1Ul(01Pl0S Too.o tratado de alianza encierra la cláusula tácita de la jus– ticia de la guerra. El conjunto de circunstancias en que lo con– venido se debe llevar á efecto, se llama casus f~deris, sea que estas circunstancias se mencionen de un modo expreso, 6 solo se coutengan impllcitamente en el tratado. No hay, pues, ca– lUS f~deris cuando la guerra es manifiestamente injusta. La injusticia debe ser manifiesta, para que podamos exonerarnos honrosamente de la obligacion contraída ; porque de otro modo no nos faltarian nunca pretextos para eludir un tratado de alianza. Pero no es lo mismo cuando tratamos de aliamos con una potencia que está ya en armas ; porque enlónces debemos tomarporúnica guia de nuestraconducta el juicio que hacemos de la justicia 6 conveniencia de la guerra en que vamos á em– penarnos. Una guerra justa en su origen deja de serlo cuando nues– tro aliado no se contenta con la reparacion de la ofensa y los medios razonables de seguridad futura que le propone el ene– migo. Debemos en tal caso retirar nuestro auxilio. De.oomos por la misma razon rehusarlo aun en una alianza defensiva, cuando nuestro aliado, por un acto manifiesto de injusticia, que no se allana á reparar, ha provocado la invasion ene– miga. Si nos ponemos bajo la proteccion de otro Estado y prome– t.emos asistirle en sus guerras, es necesario reservar nuestras alianzas existent.es, porque de dos tl'atados que nos imponen obligaciones contránas, tiene mas fuerza el mas antiguo. La excepcion á favor de nuestros propios aliados cuando contrae– mos una alianza general é indeterminada, se limita siempre á los que entónces lo son : á ménos que se estipule expresa– mente lo contrário, lo cual rebajaría mucho el valor del tra– tado y lo haría fácil de eludir. Si de tres potencias ligadas por un pacto de triple alianza, las dos llegan á romper entre sl y hacerse la guerra, á ninguna de ellas se debe atnilio en virtud de tal pacto. Rehusará nuestro aliado en una guerra justa el au):ilio que le hemos -prometido, es hacerle injuria. Debemos por consiguiente reparar los dai1os que nuestra in.fidelidad le rau– sase. La alianza con uno de los beligei·antes nos hace enemigos del 9tro. Pero sinos empellamos enla alianza todas 6 la mayor parte de nuestras fuerzas, si no la hemos contratado cuando la guerra existía ya 6 amenazaba, si es iudeterminada y no contra aquel enemigo en particular, y en fin, si es puramente defensiva, Vattel es de sen tir que no rompemos la neutrali-

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