Principios de Derecho Internacional
DE DBJU!!CBO ffl'tll\NACIONAL, t59 en la preeision de emplear medida,¡ extraordinariamente seve– ras para precavel'la. Se llama, pues, asesinato, el que se comete alevosamente, empleando traidores, súbditos del mismo á quien se da la muerte ó de su soberano, ó valiéndonos de emisarios que se introducen como desertores, como desterrados que huscan asi– lo, como mensajeros, ó á lo ménos oomo extranjeros. La fre– cuente repeticion de esta especie de atentados introducirla la desconfianza mutua y la alarma en todas las relaciones socia– les, y sobre todo pondria trabas innumerables en las comuni– caciones entre los beligerantes. De aqtú esque la opinion uná– nime del género humano los ha vedado bajo las mas severas penas, y los ha tiznado con la nota de infamia. El envenenamiento es aun mas odioso que el asesinato á hierro, porque sus efectos serian mas inevitables y por consi– guiente mas funestos al género humano. Y si este modo de •hostilidad es justamente detestado, aun cuando el veneno se emplen contra determinadas personas, ¿ que será cuando se administraen las fuentes y pozos, haciendo recaer la destruc– cion no solo sobre los enemigos armados, sino sohre las perso– nas mas inocentes? El uso de armas enherboladas es mas to– lerable, porque en él no hay alevosia ni clandestinidad. Sin embargo está proscrito entre las naciones cultas. Son pat.entes las perniciosas consecuencias que resultarían de poner en ma– nos de los soldados un medio <le destruccion, de que es tan fá– cil ahusar. Por otra parte, si es preciso herir al enemigo, no lo es que muera inevitablemente de sus heridas : una vez que se la inhabilitado para volver en algun tiempo á tomar las ar– mas, se ha alcanzado todo lo que el derecho de la guerra con– cede sobre su persona. En fin, el u.so de armas envenadas, ha– ciendo mortal toda herida, da Ala guerra un carácter infruc– tuosamente cruel y funesto, porque si el uno de los beligeran– tes enherbola sus armas, el otro imitará su ejemplo, y la guer– ra será igualmente costosa A los dos·. Se rueden cegar las fuentes y torcer el curso de las aguas, con e objeto de obligar al enemigo á rendirse. Cortar'los di· ques para inundar una extension considerable de pais, ha– ciendo perecer á los moradores inocentes que no han podido prever esta calamidad, es un acto horríble, que solo podria disculparse alguna vez para protegerla retirada de ungrande ejército, y habiendo precedido una intimaeion al enemigo.
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