Principios de Derecho Internacional

DE DERECHO IMTIRN.lCIOIUL, t3 la induce Acooperar con las otras al escarmiento de la inhu– manidad ó injusticia. Los Estados, como los individuos, suelen decidirse por motivos inmediatos y momentáneos que obran vivamente sobre sus pasiones; y desatienden los que se les presentan Alo léjos, de un modo especulativo y abstracto. Una nacion formidable por su poder insulta á un Estado débil. Las otras, atendiendo á su seguridad propia, deberían coligarse para castigar el insulto. Mas adoptando esta conducta, ten– drian que somekrse desde luego á todas las calamidades y contingencias de la guerra, para evital' un peligro incierto y distante. Así vemos que cada una de ellas, aunque susceptible de vivos resentimientos cuando se le hace una injuria, mira con indiferencia, ó á Jo sumo con una indignacion tibia y pa– sajera, los agravios ajenos. Ademas, para obtener la reparacion seria necesaria una liga de Estados ; semillero de disputas y querellas, que em– peoraria muchas veces los males en vez de ponerles remedio. No por eso hemos de pensarque la opinion de.los homgres, su alabanza ó ·vituperio, su amor ú odio, carezca de todo in– flujo sobre la conducta de los Estados. Hay circunstancias que dan vigor, aun en la politica, á este gran móvil de las accio– nes humanas. La primera es la cultura intelectual, que difun– de las sanas ideas morales, y propende continuamente á ci– mentar las relaciones de los pueblos sobre la base de la justicia, que es la de su verdadero interes. La segunda es el incremento de la industria/ del comercio, que hace apreciar cada vez mas la segurida , la confi,mza mutua. La terr.era es la seme– janza de instituciones : toda la historia testifica que los pue– blos que se rigen por dogmas, costumbres y leyes análogas, simpatizan mas vivamente unos con otros, y se sujetan á re– glas mas equitath•as en sus negocios comunes. La cuarta, en fin, es la igualdad, ó lo que puede suplir por ella, el equili– brio de intereses y fuerzas. Un Estado que por su excesiva preponderancia nada teme de los otros, puede emplear el miedo y la compulsion ·para hacerlos servir A sus miras : ro– deado de iguales, se verá precisado por su interes propio á cultivar su buena voluntad y á merecer su aprobacion y con– fianza. La operacion de estas causas se descubre á las claras en la historia de las naciones modernas. Si las de Europa y Amé– rica forman una familia de Estados, que reconoce un Derecho comun infinitamente mas liberal que todo lo que se ha llama– do con este nombre en la antigüedad. y en lo restante del globo, lo deben al establecimiento del cristianismo, á los pro– gresos de la civilizacion y cultura, acelerados por la impren- _ ta, al espiritu comercial que ha llegado á ser uno de los prin-

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