El gesto pedagógico: reflexiones y orientaciones en torno al núcleo de aprendizaje Corporalidad y Movimiento de las Bases Curriculares de Educación Parvularia

En uno de los jardines muy orgullosos, y no me cabe duda que lo hacen con profesionalismo y amor, me comentaron que el deporte es fundamen- tal dentro de su metodología y el patio estaba transformado en un gran circuito psicomotor. Pero ¿el cuerpo solo queda relegado al deporte? ¿A saltar más alto? También planteaban el rol del educador como un factor fundamental en la educación, como un modelo a imitar; es el profesor el que da el ejemplo y luego el niño debe acercarse a la forma que fue indica- do el ejercicio, que si no lograba pintar en ese momento como lo hacia la educadora, no me preocupara porque con práctica lo lograría hacer bien o se lograría imitar de buena forma; pero ¿será que las educadoras también les enseñan a jugar y descubrir jugando y descubriendo ellas mismas? Si se sabe que los niños aprenden por imitación, ¿por qué el cuerpo en rela- ción con un espacio no entra en procesos de transformación para poder potenciar la creatividad, el cuestionamiento, el descubrir del niño? ¿Es la educadora un real modelo a seguir en el conocimiento y transformación del espacio a través del habitar y movilizar su cuerpo? Durante el periodo de investigación para la creación de las obras siempre vamos a las plazas y jardines infantiles, ahí observamos el comportamiento tanto de los niños como de sus padres y de la interacción de ellos con el lugar. Hemos notado miedo en los padres, sin juzgar ya que lo entendemos desde el amor y protección, pero ese miedo y el poco involucramiento del adulto en el juego y la experimentación, transforma la plaza en un espacio peligroso y funcional, restringiendo la posibilidad de descubrir y potenciar sus capacidades. Sin embargo, el mismo juego metálico, puesto en escena y utilizado por adultos de forma segura y sencilla (son los actores quienes juegan en él) permite conectar con la posibilidad de que cada espectador se conecte con su posibilidad de explorar y jugar. Niños de 4-5 años que nun- ca han trepado o padres muy temerosos con la experimentación corporal de sus hijos, luego de ver la obra, permiten el juego y el riesgo controlado que significa trepar, colgarse y jugar, además los mismos niños demandan que los acompañantes se involucren corporalmente y el espacio escénico se transforma en un mundo de aventura, lazo familiar y desarrollo. Por lo mismo, en el momento de pensar las obras el espacio siempre es considerado como un actor más y se diseña según lo que se quiere provo- car en el espectador, especialmente en los niños de 3 meses a 6 años. Pero este espacio no sería lo especial que es si es que los actores no interactúan de la forma que lo hacen. Ellos están siendo el modelo que propone abrir posibilidades de relación e interacción, son ellos quienes jugando generan 32

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