Caricaturas de ayer y hoy

go, don Florencio Aldunate, es el -que patalea. - ¿Qué opina de su traba¡o usted, Lukas? -Es hermoso. Pero a veces se convierte en oficio y nada más. Es como hacer zapatos. Todos los días sentado -aquí, con la mano en la barbilla y pensando en un nuevo chiste... Las angustias de Fernando Krahn Una serie de adjetivos acompañan a Fer– nando Krahn cuando se trata de calificar el tipo de humor que él hace en la revista Ercílla. Allí semanalmente Krahn ilustra uná página que intenta satirizar la vida diaria, y que tiene una larga lectura de grabado ("La vida, simplemente")- También crea el Drama– grama, serie original. Se dice que su humor es intelectual, es negro y cruel, es metafísico, filosófico e individualista. La verdad es que a Krahn lo tiene sin cuidado esta clasificación, pero sí le interesa que sus dibujos, que son verdaderos ensayos sobre el hombre \' la vida, sean comprendídos cada vez por más gente. Y ésa es una meta difícil. Y Femando Krahn lo sabe. Su serie semanal de cuatros cuadros, muda, irónica y tierna a veces, es producto de · toda una concepción del hombre que Feman- do ha venido desarrollando desde niño, cuan– do aún su padre soñaba verlo convertido en prós.pero abogado. · -Con un padre alemán y con gran afición por la caricatura, recibiendo semana a semana revistas europeas que mostraban lo más ade– lantado del dibujo, no me fue difícil empa– rentarme con este mundo. Creo que fui un privilegiado. Mi padre escribía óperas bufas. Yo por mi parte empecé a recrear los clásicos griegos dándoles un sentido humorístico. Te– nía tendencia a ironizar. Me encantaba inter– pretar las catástrofes públicas, fa desesperación humana por salvarse. Fernando Krahn tiene treinta y siete años, asp~cto de pastor protestante, como bien lo definiera una periodista chilena, voz y gestos extraordinariamente suaves. Mientras conver– sa tiene entre sus brazos a Matías, el más pequeño de sus hijos. ("Según la gente, nin– guno de nuestros hijos se parece a nosotros; más parecen dibujos míos.") -La concepción humoóstica que desarrollé después fue fruto" de mi propia experiencia de la vida. Hubo aspectos mágicos en todo esto. Recuerdo que una vez mi mamá me mandó a comprar el pan y en la calle Mac– Iver se me acercó un marinero. Me ofreció unos libros, que yp empecé a hojear. Uno de ellos era un libro de caricaturas de Steinberg. Yo tenía plata para el pan no más. Entonces 79

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