Caricaturas de ayer y hoy

Por otro lado, el pueblo chileno está como separado de los grandes problemas. Estamos como haciendo dedo para subimos al carro del gobierno que viene. En este panorama, los que se meten son las autoridades. Y meten la pata también. A la gente le gusta que uno se óa de esa debilidad... -Y usted se aprovecha de esto. -Eso es lo que le P.usta a la gente. -j. Y sí en las ultimas elecciones hubiera resultado electo Alessandrí? -Habóa sido lo mismo. ¿Sabe? El Gobier– no de Alessandri daba poco tema al caricatu– rista. El Presidente era sobrio. Había un ¡poco de payaseo con la mineral y la bufanda. El era don Malas Pulgas. - -¿Cómo surge su caricatura diaria? -Por fa información de '1a prensa, oyendo todo lo que inquieta a fa gente. Por ejemplo, va un señor a comprar una estufa. -No hay, ni a gas licuado ni a parafina. EI señor pregunta: "¿Es que van .a estatizarla parafina?" -¿Y por qué, Lukas, con su ingenio, usted abusa con estos chistes? -La caricatura del diario tiene que ser así. Tiene que recoger la actualidad. A veces falla el ingenio, por<Jue •hago tres y más mo– nos diarios. El trabajo se convierte en una rutina, usted comprende... -Pero ¿por qué aferrarse a una crítica política tan pobre? 78 -Yo recojo lo que afecta a la gente. Lo malo es que siempre se está a favor o en contra. Camino .por la calle Esmeralda y me dicen: "¡Hombre! Te pasaste; ¡ eres un sobera– no momio!"; más allá un tipo me para: "¡Per– fecto, Lukas, dale duro, dale duro a la UP!" A uno lo tienen como gladiador y no es tal. -Y don Memoraría, ¿qué papel ;uega en todo esto? -Don Memorario tiene otra historia. Na– ció a 'Pedido de Femando Léniz, de EZ Mercu– rio. Cuando uno elige un personaje, hay varios caminos para caracterizarlo. Hay personajes fá– ciles, como Alaraco. Hay un rasgo que origina todo el chiste. Yo inventé a un tipo de mediana edad, de la generación intei:nec:lia, enfrentado a un mundo en el que siempre ha habido cambios, pero nunca tan grandes como los de hoy. Muchos lo ven como una crítica a los jóvenes. Lo que pasa es que cuando yo tenía quince años, el sex.o era pecado mortal; a los veinticinco era ya venial, y a los treinta y cinco se convirtió en la cosa más simpática del mundo. Mi generación es la que se quedó dando botes frente a una juventud que está dispuesta a tomar el toro por las astas. Don Memorario vive sorpren– diéndose. -Y opinando. .. -No. El es un simple observador. Su ami-

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