Asi trabajo yo - tomo IV
no le enseñaba a su hija Práxedes, y la l\lercedes ~Iuñoz iba aprendiendo a modelar sus pa\'Os. "Partíamos tempranito, hágase cuenta a las siete de la maña– na, partíamos pa la Isla, a buscar la leña y el gu:mo de caballo que sirve pa teñir de negro la loza. Partíamos al río l\Juble, ahí don– de hace orillita y se junta con otra caída de agua, y deja al medio una tierra. Esa es la Isla. ¡Puchas que había que caminarla con el frío, y le venía el reumatismo a las más viejas! Y a la Práxedes le vino esa enfermedad tan rara que después le vino a las manos, co– mo que se le paralizaron, y parecía que no iba a poder lacear más. Sí, el frío, y el dolor al hombro de tanto cargar leña. Y en llegando al amasado de la greda venía otra dolencia, también a las manos. O si no se le partían, pero por un tiempo, porque parece que el Dios ha hecho que pa la lacera llega un tiempo en que la greda le hace falta en sus manos. La tierra al final le ayuda a poner las ma– nos más lindas. Debe ser la pura imaginación de una... "Antes la greda estaba botada se puede decir, aunque esta tie– rra, que parece ser de Quinchamalí no más, estaba dentro de los fundos de los ricos . Pa ellos la loza nuestra no valía na, y a veces nos regalaban tierra, pero también teníamos que ir de noche, en la madrugada, a robar greda de las tierras de los Ulloa, y de cuanto rico malo, que nos echaba los perros encim'.l. No... , es una tierra común y corriente finita de apariencia, de un color medio plomizo, que se conoce de lo finita que es. Ni se apelotona... , ¡no la va– mos a conocer nosotras!. .. A fuerza de chuzo y picota uno saca y 58
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