Kinesiología y discapacidad, perspectiva para una práctica basada en derechos
9 de la diversidad sexual, comunidades negras, pueblos indígenas, entre otros. a) Modelo de la diversidad: este modelo se considera una evolución del modelo social o de vida independiente, siendo similares ambos en sus principios y propuestas de acción. En este enfoque, se establece como principio la diversidad, reconociéndose como un valor inherente a la humanidad. Las personas con diversidad funcional son percibidas como parte de un amplio colectivo que enriquece a la humanidad y que es diferente a la mayoría. Asimismo, reconoce que todas las mujeres y hombres, con o sin diversidad funcional, tienen la misma dignidad, y que esta puede ser clasificada como dignidad intrínseca (relacionada con el valor de la vida por ser personas en sí mismo) o como dignidad extrínseca (relacionada con los derechos y las condiciones de vida de las personas). Por ello, se les debe dotar del entorno y las herramientas necesarias para que su vida se desarrolle en las mismas condiciones que los demás miembros de la sociedad. Desde este movimiento se instala la concepción de la diversidad funcional, la que implica comprender la inclusión social como una cuestión de dignidad humana y un esfuerzo por el pleno desarrollo de los derechos humanos de las personas, con o sin diversidad funcional. Estas deben ser consideradas con el mismo valor en sus comunidades, especialmente en espacios en los que se debe deliberar respecto de su pleno ejercicio de libertades y protección de parte de la sociedad. El paradigma de la diversidad (Palacios y Romañach, 2008) ha hecho posible que se identifique la violencia cultural y/o simbólica contra la realidad humana específica de la diversidad funcional, en la medida en que todos los modelos anteriores focalizan su centro de atención en las “capacidades” y no en la dignidad inherente de cada ser humano. Destaca que el foco en las capacidades interpreta el valor de las personas en función de la congruen- cia de sus imaginarios de habilidades frente a las que tenga la persona, afectando su valor moral y ético en la sociedad. Por esta razón, el pensamiento devaluante “maltrata la diversidad”, desvalorizando aquello que es menos hegemónico. Esto se justifica en lo que Arnau Ripollés (2011) denomina el «Sistema opresor de dominación (hetero) patriarcal-biomédico–capacitis- ta-minusvalidista», es decir, una red de opresión que cruza toda la diversidad de la sociedad. De acuerdo con esta perspectiva, el proceso de desarrollo de la CDPD no ameritaba la creación de nuevos derechos, sino que implicaba explicitar y reforzar las condiciones necesarias para asegurar la libertad, dignidad y desarrollo de las personas en situación de discapacidad, dentro de un panorama amplio de diversidades de sus comunidades, especialmente porque la construcción social de la discapacidad es responsabilidad de la humanidad, y es toda su sociedad la que debe abrirse a reconocer sus necesidades y validar sus diferencias como comunidades. b) Paradigma sociocrítico y la teoría crip: disidencia funcional, un término reivindicativo de personas en situación con disca- pacidad. Esta perspectiva nace desde los movimientos sociales de personas con discapacidad en el siglo XXI, pero presenta convergencia con el paradigma sociocrítico, al instalarse pau- latinamente en espacios académicos, particularmente por do- centes con discapacidad. No se ha registrado como un modelo propiamente tal, pero ha tomado cuerpo e incorporación en las discusiones sobre discapacidad en espacios como la organización social, derechos sexuales y derechos reproductivos, cultura y artes, entre otros. El encuentro con el paradigma sociocrítico se genera por las similitudes en sus principios y actores. Este modelo se caracteriza por establecer una crítica social con un marcado perfil autorreflexivo; considerando que el conocimiento siempre se construye por intereses que parten de las necesidades de los grupos; pretende la autonomía racional y liberadora de la humanidad, señalando que esta se consigue con el trabajo con la sociedad y los sujetos a través de la participación. Este enfoque apela directamente a la articulación de la realidad y la teoría en procesos de construcción y reconstrucción del co- nocimiento. De acuerdo con lo anterior, una de las premisas de este modelo de la discapacidad es (re)situar el cuerpo como entidad de resistencia que permita cuestionar el poder hege- mónico (Butler, J., 2002). Esto implica explorar la corporalidad de personas disidentes funcionales desde el activismo político. La discusión implica encarnar en sus experiencias corporales la construcción de sus identidades, tanto en los procesos indi- viduales como en los colectivos. En este nuevo escenario, la diversidad funcional implica unir cuerpos/mentes/sentidos diferentes, considerados como extraños o anormales para la sociedad. También busca corregir el sistema biomédico ortodoxo (modelo individual), pues ha marcado a las personas con discapacidad como “otros”, como actores de otro plano de la realidad; esto ha tenido impacto en esferas más amplias de la vida, pues considera al cuerpo anormal como algo defectuoso, que a su vez se vuelve antiestético, monstruoso, rechazable o incluso asexuado o antierótico (Centeno, A., 2014). Ante esta perspectiva de cuerpos defectuosos, las comunidades se declaran disidentes, apelando al derecho a ser distintas y no tener que recurrir a otras capacidades para validarse, o a una funcionalidad “correcta” definida por la sociedad. Dicha disi- dencia es recogida por la “teoría Crip ”, que se presenta como una nueva área de pensamiento que actualiza el modelo de la diversidad, pues reivindican su derecho a ser y estar en este mundo “con sus diferencias”. El término “ crip ” surge en un proceso similar al término “ queer ”, y cumple una función similar de reapropiación de un apelativo peyorativo anglosajón para el posicionamiento de la discapacidad en la sociedad (McRuer, 2006; Arnau, S., 2016). Literalmente, “ crip ” hace referencia a la expresión coloquial ofensiva que se usaba para designar a una persona en situación de discapacidad desde perspectivas de la prescindencia o individuales. De hecho, proviene del término de tono ofensivo “ cripple ”, que podemos traducir como lisiado, una persona que no puede caminar o moverse adecuadamente por su discapacidad o por tener daños en la espalda o piernas. Una premisa clave de este modelo en desarrollo, se basa en una propuesta butleriana, descrita en el libro Teoría Crip , signos culturales de discapacidad y rarezas (2006). Aquí se plantea que existe una “capacidad obligatoria” ( able-bodiedness ) que es la que
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