Kinesiología y discapacidad, perspectiva para una práctica basada en derechos

7 derivarse de la “invalidez” o condición de “prescindible” de las personas con discapacidad. En el primer submodelo, la solución es perseguida a través de la aplicación de políticas o prácticas eugenésicas, es decir, que limitan la reproducción para evitar dicha carga a la comunidad. Esta perspectiva suele ser visibilizada por colectivos de personas con discapacidad intelectual o sensorial cuando se les realiza esterilizaciones forzadas o sin el pleno consentimiento de las mujeres, apelando a que el principal argumento de dicha práctica va más allá de cuidarlas de embarazos, sino que apunta derechamente a fre- nar su reproducción y presencia en la sociedad, pues esta sería una carga adicional para las familias. Sobre el submodelo de marginación, la sociedad instala la exclusión de la discapacidad, ya sea porque subestima a las personas con discapacidad y las considera objeto de compasión y caridad, o como consecuencia del miedo o rechazo por considerarlas objeto de maleficios o la advertencia de un peligro inminente, sin control de ellas mismas. Esto fue muy común durante el siglo pasado, en el que los suje- tos con discapacidad adquirida (como, por ejemplo, personas dañadas por las grandes guerras) o aquellas que nacieron con ella, solían estar recluidas en sus casas o recibían programas enfocados en mantención de su situación. Desde este modelo, la discapacidad suele ser denominada por características físicas o mentales que las diferencian – y estigmatizan – del resto de su comunidad, tales como tullidos, retardados mentales, cojos, no videntes, entre otras. Asimismo, la discapacidad suele ser nombrada por aquello que el sujeto no puede ser, por ejemplo, “inválido”, “minusválido”, “incapacitado” o “lisiado”. A esta lista se le suman diversos insultos o burlas que no vale la pena recordar y que probablemente varían de país en país, pero que están muy instalados en nuestra sociedad, tal como el sentido negativo que se le da a la frase “dar palos de ciego”, empleada cuando se actúa a tientas, sin rumbo fijo o sin saber lo que se está haciendo. Claramente este modelo debiese ser el más superado en este ensayo, no obstante, a la fecha siguen exis- tiendo cabos sueltos en el caso de personas con dependencia y las prácticas eugenésicas. Modelo individual o médico rehabilitador. Este modelo plantea que la condición de salud es entendida como la ausencia de enfermedad (OMS, 1958), desde una concepción dual entre cuerpo y mente, comprendiendo la enfermedad y la discapacidad desde la falla de la estructura corporal (Engel, 1977). Concibe la discapacidad como un estado intrínsecamente malo que debiera ser curado para restaurar la normalidad y recuperar el funcionamiento biológico humano (Gordon, 2013). La discapacidad es un problema de la persona, que requiere cuidados principalmente sanitarios. La naturaleza de este modelo médico envuelve el diagnóstico y la manera patologizante, estableciendo la necesidad de rehabilitación y la existencia de instituciones que medien o reciban los efectos de la discapacidad (Padilla-Muñoz, A., 2010). A diferencia del anterior, apela a que la sociedad debe hacerse cargo, pero a través de estrategias clínicas enfocadas en la normalización. En torno a este modelo se formaron muchos profesionales durante el siglo XX, quienes se basaron en la Clasificación Internacional de Deficiencias, Discapacidades y Minusvalías (CIDDM), que establecía la linealidad entre la enfermedad (propio del cuerpo), la discapacidad (limitando actividades) y la minusvalía (limitando su participación social). Siendo más claro, para resolver la discapacidad y la minusvalía se requiere eliminar solo la enfermedad de base. Probablemente el modelo parecerá extraño en nuestra época, porque sabemos que el autismo, el Síndrome de Down o la sordera son condiciones con las que se nace, no enfermedades, por lo que esta perspectiva presenta limitaciones para apelar a un cambio mayor. En este modelo aparecen las concepciones de “minusválido” y “discapacitado”, reconocidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Lo anterior permite concluir que no se reflexionó lo suficiente acerca del impacto que dichas concepciones podrían tener en las personas desde la infancia, forzando a niños y niñas con discapacidad a demostrar, mediante la validación social, que eran capaces de hacer las mismas cosas que una persona sin discapacidad. La profesión del kinesiólogo y kinesióloga convive permanen- temente con este modelo. Desde lo cotidiano en la formación, como el análisis o comentario acerca de las posturas o estilo de marcha de las personas, hasta la práctica misma, a través de los diagnósticos como etiquetas que han definido el itinerario terapéutico y pronóstico clínico de los sujetos, dejando de lado la esencia de la profesión, la funcionalidad. Modelo social. “La desventaja o restricción causada por una organización social que no toma o toma poco en cuenta a las personas que tienen deficiencias físicas y que las excluye de sus actividades sociales principales” (UPIAS,1976). Los dos presupuestos fundamentales del modelo social se vin- culan con instalar la causa de la discapacidad en la sociedad, no en las explicaciones científico-médicas ni espirituales. Según las organizaciones defensoras de este modelo, las limitaciones de la propia sociedad son las que construyen los estigmas y barreras que restringen a la comunidad, especialmente a las personas en situación de discapacidad (Oliver, 1990). Este cambio im- plica comprender que los discursos de apoyo a personas con discapacidad severa o cuidadores y cuidadoras basados solo en causas religiosas o científicas, difuminan el rol que tiene la ciudadanía y el Estado sobre la discapacidad. En segundo lugar, este modelo considera que las personas con discapacidad tienen mucho que aportar a la sociedad o que, al menos, la contribución se realizará en la misma medida que el resto de las personas (sin discapacidad). De este modo, partiendo de la premisa que toda vida humana es igualmente digna, desde el modelo social se sostiene que lo que puedan aportar a la sociedad las personas con discapacidad se encuen- tra íntimamente relacionado con la inclusión y la aceptación de la diferencia. Por ello, se ha instalado en este discurso, la

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