Kinesiología y discapacidad, perspectiva para una práctica basada en derechos

54 En nuestra sociedad actual, la conceptualización de comunidad ha tenido cambios en relación con los modos de vida y sistemas sociopolíticos y económicos que promueven el individualismo (Sánchez, 2007; Krause, 2001; Rodríguez y Montenegro, 2016); por lo cual es fácil cuestionarnos cuándo estamos realmente ante una comunidad. Ante esta situación, Krause (2001), señala que deben existir al menos tres elementos básicos de caracteri- zación de la comunidad: la pertenencia, esto es, “sentirse parte” e “identificado con”; la interrelación, es decir la comunicación, interdependencia e influencia mutua entre los miembros; y la “cultura común”, como existencia de significados compartidos. No obstante, e independiente de los componentes que con- sideremos que definan una comunidad, su presencia es un factor importante de la cohesión social y de la identidad de las personas. “La comunidad es, pues, un espacio relacional que hace posible el desarrollo de la comunalidad y de valores de desarrollo humano, no antagónicos con la individualidad, pero sí ligados” (Sánchez, 2007, pág. 101). De este modo, la comunidad está pensada desde la articulación de las personas con lo social comunitario, es decir, con todos aquellos elementos comunes que emergen del complejo entramado de vínculos en que las personas construyen significados compartidos (Sánchez, 2007) y desarrollan un corpus normativo desde los cuales se perso- nalizan afectándose recíprocamente entre sí (Martínez, 2018). La persona no se disuelve en la comunidad, sino más bien se constituye a través de compromisos con otros y participando en instituciones sociales (Sánchez, 2007). La comunidad es “el estar juntos de la alteridad, es la comunidad de los otros: cada ente singular es un otro para los otros con los que convive, con los que comparte un estar-en-común” (Martínez, 2018, p.11). En síntesis, la comunidad es el lugar de acción y desarrollo de la inclusión y universalidad de derechos, y junto con las redes locales, toma gran importancia para la planificación y desarrollo de la RBC. Como ya se ha dicho, el fortalecimiento comuni- tario es un componente transversal de la RBC, que se centra en fortalecer a las personas con discapacidad, sus familias y comunidades, para facilitar la inclusión de la discapacidad en cada sector del desarrollo y asegurar que todas las personas sean capaces de acceder a sus derechos y beneficios. En este sentido, la idea del fortalecimiento se enfoca en los procesos que incluyen aspectos como la toma de conciencia y desarrollo o fortalecimiento de capacidades que lleven a una mayor par- ticipación, poder y control de la toma de decisiones y acciones para el cambio, esto se entiende como la capacidad de agencia. Para los profesionales de rehabilitación implica reconocer la capacidad de activación social y autogestión colectiva y para la comunidad la toma de conciencia de la situación y de las capacidades de cambio (Sánchez, 2007). Para Fals Borda (1978, citado en Montero, 1984), el desarrollo comunitario depende fuertemente de la agencia, es decir, de la acción que se produce cuando las personas de una comunidad se hacen cargo de sus problemas y se organizan para resolverlos, desarrollando sus propios recursos y potencialidades y utilizando también los externos. Esta noción implica una relación no paternalista con la institución, puesto que se basa en la autogestión y autodeter- minación. Sin embargo, no implica una desvinculación, pues no se debe olvidar que es el Estado quien debe ser garante de derechos. Aspectos éticos del trabajo comunitario. El trabajo comunitario constituye un campo de acción profesio- nal multidisciplinar orientado por reflexiones éticas explícitas sobre el respeto a la comunidad, el trabajo en conjunto por la transformación social, una epistemología de la construcción colectiva, una metodología centrada en la participación y una ontología que concibe una sociedad siempre susceptible de crítica y de cambios (Montero, 1984, 2003). Al abordar la dis- capacidad como un problema social del desarrollo sostenible, asociado a la pobreza generalizada, la desigualdad y la violación sobre los derechos humanos, la RBC pasa a ser una estrategia de enorme responsabilidad ética. Un acercamiento al estudio de los aspectos éticos relacionados a la RBC es el descrito por Tursmusani y cols. (2002) quienes analizan las implicancias éticas de la RBC en la práctica de rehabilitación en países desarrollados y sus consecuencias en el futuro, señalando que desde el punto de vista ético, de com- promiso con la inclusión y los derechos de las personas con discapacidad, el éxito de los servicios de rehabilitación, así como el nivel permitido de participación y control de las personas con discapacidad en el proceso de rehabilitación, están bajo escrutinio y cuestionamiento por su nivel de cumplimiento. Muchos programas han sido insostenibles y poco evaluados, lo que pone en tela de juicio el cumplimiento de su objetivo final y supone un cuestionamiento ético sobre la RBC como estrate- gia apropiada para la rehabilitación en los países en desarrollo. Posiblemente existe la necesidad de ajustar las orientaciones del programa para realmente garantizar la participación de las personas con discapacidad en todas las esferas de la vida en estos contextos donde se presenta mayor inequidad. Por otro lado, Clarke y cols. (2016) realizan una revisión crítica de la literatura académica relacionada con la RBC, identificando cinco temas claves de analizar en cuanto a las consideraciones éticas: 1) la asociación entre las partes interesadas, 2) el respeto por la cultura y las experiencias locales, 3) el empoderamiento, 4) rendición de cuentas y 5) la imparcialidad en el diseño del programa. A continuación, se presenta la tabla 1 las preguntas que los equipos y comunidades deben realizar para la discusión ética sobre la implementación de la estrategia.

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