Brian, el nombre de mi país en llamas: cuadernillo de montaje de egreso
78 a sus pasos marcados, a lo que a primeras podemos entender como una contradicción de elementos puestos en escena, en este cuerpo de mujer. De un momento a otro, llega el nazi más corpulento, el mismo que dirigió la golpiza al Brian de al principio. Lo primero que hace es quitarle la fotografía del pecho a la chica, a la que esta responde piso- teándola. Ambos pasan a disfrutar del baile nacional. En esta simple acción, vemos el patriotismo exacerbado, la validación implícita de la violencia, el amor a la tradición más violenta sedimentada de la mar- ginalidad social, ideologías que prevalecen por la fuerza del cuerpo y que carecen de lo intelectual, tal vez por sistemas educativos bajos. El mensaje es claro, aquí el culpable es el mismo Estado. Es en estos ejemplos, y así en todas las escenas, donde vemos la armonía de elementos que conviven para que como espectadores seamos capaces de comprender la puesta en escena. Este montaje poético, como ya dijimos antes, resulta complejo por la cantidad de factores que interrumpen la armonía de su puesta en escena. Es aquí donde el elemento de semioticidad cobra un sentido más performati- vo al reducir su nivel. De esta manera, según Fischer-Lichte y Roselt, abre al espectador diferentes campos semánticos, una pluralización de la oferta significativa donde podemos evocar desde recuerdos particulares a ideas desarrolladas que tal vez no tenga concordancia con lo que las y los artistas escénicos querían transmitir. La forma de escenas fragmentadas, el desarrollo de estas, el tiempo álgido, la intensidad de los movimientos, el timbre de la voz en los cantos del coro y/o las intenciones implícitas de las acciones, hacen que la se- mioticidad se concentre en estas particularidades y redirija nuestras percepciones. Brian, el nombre de mi país en llamas fue una propuesta arriesgada desde el solo hecho de poner en escena una selección de partes de un poemario, un manifiesto de una pareja específica, pero que vivió lo mismo que muchos, que corrió el mismo riesgo de Zamudio o del ya olvidado Dylan. El manifiesto por ver a un Chile arder hasta dejarlo en
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